Cuando Samuel Maddock construyó un navegador que permite a sus amigos ver un video en línea al mismo tiempo, usó lo que parecía la opción más barata y simple: Chromium, una versión gratuita de código abierto del navegador web Chrome, de Google.
La creación de Maddock funcionó bien, pero como estaba basada en Chromium, necesitaba otro producto de Google llamado Widevine para autenticar a los usuarios y prevenir la piratería de video.
Envió una solicitud a Google, describiendo el proyecto y esperó. Y esperó. Cuatro meses y 10 correos electrónicos más tarde, recibió una respuesta de una sola línea: lo sentimos, no puede usar el software para eso.
Maddock no estaba haciendo nada ilegal. De hecho, el uso de la herramienta de transmisión segura de Google habría asegurado que su proyecto fuera transparente. Pero el gigante de internet retuvo el acceso, sin decir por qué. Maddock renunció a hacer un navegador poco después.
“Están estos guardianes como Google que deciden qué proyectos pueden funcionar y si no otorgan el permiso, no hay nada que hacer”, dice Maddock.
Este es un pequeño desarrollador que trabaja en un pequeño proyecto. Pero su historia demuestra cómo el dominio de Google en el mercado de los navegadores–y las herramientas tecnológicas subyacentes– le da a la empresa un control de gran alcance sobre cómo funciona la web y quién puede crear nuevas formas de acceder a ella.
Es otro ejemplo de cómo el poder de la unidad de Alphabet ha crecido hasta el punto en que los reguladores, de India a la Unión Europea, están buscando formas de mantenerlo bajo control.
La Unión Europea ya ha multado a Google por infringir las leyes antimonopolio en los mercados de búsqueda en línea, publicidad gráfica y sistemas operativos móviles.
Chrome es una pieza importante en el sistema de publicidad digital de Google, ya que distribuye su motor de búsqueda y proporciona una visión directa para la empresa de lo que los usuarios hacen en la web.
Pocos productos creados desde el principio por Google han tenido tanto éxito como Chrome. Lanzado en 2008, tiene más del 63 por ciento del mercado y alrededor del 70 por ciento en computadoras de escritorio, según datos de StatCounter.
Firefox, de Mozilla, está muy por detrás, mientras que Safari, de Apple, es el navegador predeterminado para los iPhone. Los navegadores Internet Explorer y Edge de Microsoft son insignificantes.
Google ganó al ofrecer a los consumidores un navegador rápido y personalizable de forma gratuita, al tiempo que adoptaba estándares de código abierto.
Ahora que Chrome es el líder claro, controla cómo se establecen esos estándares. Eso está generando preocupación de que Google esté utilizando el navegador y sus bases de código abierto de Chromium para sacar a sus competidores en línea e inclinar industrias enteras a su favor.
La mayoría de los principales navegadores actuales se basan en el código base del software Chromium que Google mantiene. Opera, un navegador independiente que ha sido utilizado por los fanáticos de la tecnología durante años, cambió su base de código por Chromium en 2013. Incluso Microsoft está haciendo el cambio este año. Eso crea un efecto de bola de nieve, donde menos desarrolladores web crean navegadores de nicho, lo que lleva a esos navegadores a cambiar a Chromium para evitar quedarse atrás.
Esto hace que los competidores de Chrome queden en manos de los empleados de Google, quienes hacen la mayor parte del trabajo para mantener actualizado el código de software de Chromium.
Chromium es de código abierto, por lo que cualquiera puede sugerir cambios, pero la mayoría de los programadores que aprueban las contribuciones son empleados de Google, y cualquier desacuerdo importante se resuelve en un pequeño círculo de empleados sénior de Google.
Chrome está tan presente en estos días que los desarrolladores web a menudo no se molestan en probar sus sitios en navegadores de la competencia. Los servicios de Google, incluidos YouTube, Docs y Gmail a veces no funcionan bien en navegadores rivales, lo que envía a los usuarios frustrados a Chrome. En lugar de ser simplemente otro barco atravesando el mar de la red, Chrome se está convirtiendo en el océano.
“Lo que haga Chrome se convierte en el estándar, todos los demás tienen que seguirlo”, afirma Andreas Gal, exjefe de tecnología de Mozilla.
Google no atacó a Mozilla abiertamente durante los siete años de Gal en la compañía. En cambio, lo describió como una muerte lenta: Google actualizaría Docs o Gmail, y de repente esos servicios no funcionaban en Mozilla.
“Hubo docenas y docenas de ‘oops’, donde Google enviaba algo y ‘oops’, no funciona en Firefox”, cuenta Gal. “Dicen que van a arreglarlo de inmediato, en dos meses, y mientras tanto, cada vez que el usuario visita estos sitios, piensa: ‘oh, Firefox está dañado’ “.
Google ha tratado de mitigar este problema. Tiene un proyecto separado enfocado en hacer que diferentes navegadores se comporten de manera más uniforme para que los desarrolladores de sitios web tengan que hacer menos ajustes. Y la compañía ha abogado por más estándares públicos que todos los navegadores puedan seguir.
“Nos tomamos en serio la responsabilidad de ser buenos administradores de la web”, asegura Darin Fisher, vicepresidente de ingeniería del equipo de Chrome. El negocio de Google se basa en que la web funcione para la mayor cantidad de personas posible, por lo que la compañía no tiene interés en aplastar la competencia, afirma.
Incluso si no está tratando de sabotear los navegadores de la competencia, Google tiene una motivación financiera para dominar el mercado, asegura Gal, quien ahora trabaja en Apple, después de vender su emprendimiento Silk Labs al fabricante de iPhone en 2018.
“En el pasado había tres, cuatro jugadores principales con una participación algo equivalente entre Microsoft y Google, y Mozilla y Apple, y nadie tenía una ventaja tan clara”, explica. “Hoy, especialmente en el espacio de escritorio, Google es definitivamente un monopolista”.
Ese dominio significa que Google establece el estándar para lo que se supone debe ser Internet. Y en esa visión, la publicidad y la recopilación de datos del usuario son los valores predeterminados.
A principios de este mes, Google anunció una muy esperada decisión sobre cómo Chrome maneja el software de seguimiento en línea conocido como cookies.
Otros navegadores han bloqueado las cookies de terceros de forma predeterminada, pero Google optó por dejar que los usuarios decidan, y debido a su dominio, es probable que este sea el estándar en el futuro. Las acciones de Criteo, una empresa de publicidad digital que se basa en cookies, subieron casi 10 por ciento tras la noticia, la mayor ganancia en más de un año.
“Chrome se ha convertido en spyware”, afirma Brendan Eich, cofundador de Mozilla y actual director ejecutivo de Brave Software.
Brave ofrece un navegador que bloquea los anuncios y el software de seguimiento web, y está desarrollando un sistema que paga a los usuarios pequeñas cantidades cuando visitan ciertos sitios. Esto podría alterar el negocio de la publicidad en Internet. El único problema es que el navegador Brave está construido sobre Chromium.
Eich dice que es una compensación que está dispuesto a aceptar. Construir un navegador desde cero es una tarea gigantesca. Pero no siempre ha sido fácil para Brave navegar en el océano de Google.
En agosto de 2017, Netflix dejó de funcionar repentinamente en el navegador de Brave. Después de una avalancha de correos electrónicos, el director de tecnología de Brave, Brian Bondy, descubrió que una actualización de Google había cambiado la forma en que Netflix usaba Widevine, la misma herramienta para la que Maddock estaba tratando de obtener el permiso de Google.
Brave no había sido informado de los cambios, por lo que su navegador fallaba cuando los usuarios trataban de visitar Netflix en línea. Tomó más de dos semanas solucionar el problema.
“Los navegadores de pequeña participación están a merced de Google, y Google nos está paralizando por alguna razón que no nos comunica”, escribió Bondy en una publicación en el sitio de colaboración para desarrolladores Github en ese momento.
Aun cuando las personas deciden descargar un competidor de Chrome, Google tiene maneras de alentarlos a regresar. Vivaldi, un navegador popular para la multitud preocupada por la privacidad, ha tenido problemas a la hora de ejecutar servicios de Google como Docs y Gmail, asegura su director ejecutivo, Jon von Tetzchner.
Al iniciar sesión de sus productos de Google en Vivaldi, algunos usuarios obtienen mensajes que dicen que su navegador no está optimizado para ellos o les sugieren descargar Chrome.
“Claramente era en nuestra contra”, afirma Tetzchner, quien incluso ha hablado al respecto con el cofundador de Google, Sergey Brin, pero no ha obtenido un compromiso sólido de que el comportamiento se detenga.
Ganar la guerra del navegador ha ayudado a Google en mucho más que permitirle crear un espacio amigable para sus otros servicios web. Cuando los usuarios de Chrome inician sesión con una cuenta de Google, la compañía puede seguirlos por la web y catalogar los sitios que visitan. Todos esos datos ayudan a Google a mejorar sus productos de publicidad.
“El navegador es lo que más ve de cada uno”, explica Eben Moglen, profesor de derecho antimonopolio en la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia, quien ha estudiado navegadores y su rol en la competencia durante décadas. Chrome se ha vuelto completamente hostil a los servicios que buscan reducir la publicidad, como los bloqueadores de anuncios, agrega Moglen.
Fisher, el ejecutivo de Chrome, afirma que la web necesita publicidad para que las personas que no puedan pagarle a los editores y otros propietarios de sitios web puedan acceder a ella.
“Chrome es independiente del grupo de anuncios, pero por supuesto que colaboramos con ellos, ambos tenemos un objetivo compartido de una web gratuita y abierta”, dice Fisher. “Parte de hacer que la web sea realmente genial es que hay una diversidad de contenido para que los usuarios la consuman”.
La diversidad de navegadores es otro asunto. Si Microsoft, el mayor fabricante de software del mundo, necesita Chromium, es difícil imaginar que Google pierda el control pronto.
“Hemos entrado con un espíritu de positivismo y confianza en la colaboración y no nos han decepcionado”, asegura Joe Belfiore, vicepresidente de experiencias y dispositivos de Microsoft. ¿Le preocupa que el positivismo no dure?
“Tendremos que cruzar ese puente cuando lleguemos a él”, dice Belfiore. “Vamos a ver cómo se da esto”.
Fuente: El Financiero