Tener un jefe que te permita hacer lo que te apetezca y a tu manera puede sonar ideal, sobre todo si ahora tienes uno que te está haciendo la vida imposible. Sin embargo, distintas investigaciones desarrolladas en entornos de trabajo reflejan que un superior que se desentiende resulta ser más perjudicial para la empresa y para el desempeño de los trabajadores que uno autoritario. Además, cuando los responsables mantienen un perfil bajo y no se implican, resultan más difíciles de detectar y el problema puede quedar sin solución eternamente.
Hay tantos tipos de liderazgo como jefes. Y entre aquellos que son perjudiciales para el bienestar de los trabajadores y su desempeño en la empresa están aquellos que van contra todos: son dominantes y manipulan las situaciones para salir ganando; aquellos a los que todo les parece bien: son condescendientes, conformistas y reacios a correr riesgos o defender a su equipo; y aquellos que nos ocupan esta pieza: los que se alejan de sus subordinados, disminuyen la comunicación y alimentan un escepticismo que erosiona la confianza. Es fácil imaginar nombres y apellidos asociados a estos estilos de liderazgo. Están en los gobiernos, en multinacionales, en pequeños negocios, en instituciones educativas. Por todas partes.
Sin embargo, tendemos a centrarnos en los dos primeros tipos de jefes incompetentes y el liderazgo ausente rara vez aparece como objeto de estudio o como un problema sobre el que la empresa debería actuar, a pesar de que investigaciones como esta, realizada en la Universidad de Bergen (Noruega), muestran que es la forma más común de liderazgo incompetente. Una encuesta de 2015 realizada por la empresa de análisis de datos estadounidense The Harry’s Poll a 1.000 adultos que trabajaban demostró que ocho de las nueve quejas más importantes sobre líderes se referían a comportamientos ausentes. Los empleados estaban más preocupados por lo que sus jefes no hacían.
Desde la perspectiva del empleado, tener un jefe ausente es un problema importante y es aún más problemático que otras formas más obvias de mal liderazgo. Estos líderes se caracterizan principalmente porque solo lo son sobre el papel, son personas en puestos de responsabilidad que están psicológicamente ausentes de ellos. Disfrutan de los privilegios y recompensas de un rol de mando, pero evitan la participación significativa con sus equipos. Uno de los riesgos es que podría compararse con aquellos jefes que “dejan hacer” a sus empleados, con la diferencia de que en este caso es destructivo.
Entonces, ser ignorado por tu jefe es más dañino que ser tratado con autoridad. Se puede ver en la investigación Los efectos relativos del liderazgo constructivo, el laissez-faire y el tiránico en la satisfacción laboral de los empleados, donde también se especifica que el liderazgo destructivo reduce inmediatamente la satisfacción laboral, pero los efectos se disipan después de unos seis meses. Por el contrario, el impacto del liderazgo ausente tarda más en aparecer, pero afecta a la satisfacción laboral de los subordinados durante al menos dos años. Además, tiene otros perjuicios para los empleados, como la ambigüedad de roles y las quejas de salud: genera más estrés, lo que puede contribuir al agotamiento y el tan temido síndrome burnout.
Y para colmo, los líderes ausentes pasan desapercibidos para la mayoría de los responsables de la compañía. “Como no generan problemas activamente, su impacto negativo en las organizaciones puede ser difícil de detectar. Y, cuando se detecta, a menudo se considera un problema de baja prioridad”, explica Scott Gregory, director ejecutivo de Hogan Assessment Systems y experto en selección ejecutiva y desarrollo. “Rara vez participan en episodios de mal comportamiento y tampoco son objeto de investigaciones éticas”. Como resultado, su efecto negativo en las organizaciones se acumula con el tiempo.
Fuente: Retina El Pais