Quién más, quién menos, ha escuchado hablar en alguna ocasión de blockchain —mención aparte para el lector habitual de esta publicación—, esa tecnología revolucionaria que cambiará el mundo y democratizará las relaciones interpersonales, terminando con las estructuras jerárquicas de poder y generando confianza gracias a su trazabilidad. Pero, al margen de los cuatro gatos que juegan a invertir en criptomonedas, los beneficios de la cadena de bloques no pasan de la teoría para el común de los mortales. Desarrollar soluciones en blockchain no es precisamente barato y es difícil que el uso de esta tecnología se extienda a los niveles que prometen los expertos si no se baja antes a tierra.
- ¿De quién hablamos?
Blocknap es una iniciativa que nació el pasado marzo con la intención de terminar de aterrizar esta tecnología. Sus creadores la presentaron a una hackaton con una idea clara: querían crear una solución de código abierto para elaborar contratos inteligentes. Obtuvieron el segundo puesto entre más de un centenar de participantes. “Queríamos dar la posibilidad a la gente de hacer contratos servilleta en la cadena de bloques”, aclara José Luis Cáceres, director del laboratorio de transformación digital NWC10 y uno de los impulsores del proyecto.
Una ONG que quiere que todas las donaciones queden registradas en blockchain, una universidad que busca certificar sus títulos con esta tecnología, un partido político que quiera grabar sus propuestas de candidatura para demostrar si las cumplen tras las elecciones… El objetivo es que la integración sea sencilla y asequible para que cualquiera que pretenda llevarlo a la práctica tenga las herramientas a su disposición.
Después de la hackaton, se pusieron manos a la obra y lanzaron una versión funcional el mes pasado. En dos semanas, se ha firmado un centenar de contratos a través de su plataforma.
- ¿Cómo funciona?
Aunque Blocknap todavía se encuentra en una fase inicial —preven lanzar una versión este mes que permitirá grabar un contrato en la red real de Ethereum pagando el coste de la transacción con PayPal—, ya es posible crear un contrato inteligente a través de su página web. Para ello, es suficiente con rellenar los campos de emisor, receptor y contenido y enviarlo. Entonces, se almacena en la red de blockchainTest Ethereum y se envía a las partes un documento en PDF con un código QR y el enlace al la red en la que se encuentra grabado para poder consultarlo con facilidad.
El código está alojado en la plataforma de desarrollo colaborativo Github, lo que permite que todo el mundo pueda verlo e incluso contribuir para mejorarlo. “De esta manera, se simplifica el desarrollo: cualquier programador sin apenas conocimientos puede implementarlo”, resume Diego Martín, arquitecto de big data en Synergic Partners y también responsable de la plataforma.
El modelo de negocio que han valorado —y empiezan a manejar con algunos clientes— es de pago por uso: los usuarios podrán utilizar la plataforma y la empresa se llevaría un importe por cada transacción.
- ¿Por qué nos interesa?
Blocknap todavía registra pocos contratos que, por descontado, no son vinculantes. Lo destacable de este proyecto, sin embargo, es su capacidad para acercar la posibilidad de trabajar con blockchain, con las ventajas que esto conlleva —en términos, por ejemplo, de trazabilidad—, para todo tipo de empresas y particulares sin que estos tengan por qué saber programar en la cadena de bloques.
Además, uno de los principales problemas que han encontrado las organizaciones que han soñado con esta tecnología ha sido el precio. La hora de programación en blockchain es cara porque hay poca oferta y mucha demanda. Martín calcula que, para una compañía interesada en implementar una solución a través de la cadena de bloques, los costes de programación que reduciría el código que ha desarrollado Blocknap podrían superar los 10.000 euros. “Blockchain está avanzando rápido y es el momento de crear una capa de uso para que la gente pueda integrarlo en sus modelos de negocio”, sostiene. “Ponérselo simple a los desarrolladores”.
Fuente: El Pais Retina