Dos temas eran clave para el presidente Iván Duque en la asamblea de la ONU: la alianza para defender la Amazonia y la denuncia del apoyo del régimen de Maduro a grupos terroristas como el ELN y a disidencias de las desaparecidas Farc.
Con el primero, el presidente quiso mostrar un liderazgo ambiental en la región, que le valió aplausos y respaldos; con las denuncias, poner en evidencia a Maduro en un escenario como Naciones Unidas que hasta ahora es más proclive al diálogo que a una acción de fuerza. La estrategia sobre el capítulo de Venezuela se cerró con la activación del tratado de defensa TIAR en la OEA.
La ONU ha sido un escenario en la guerra fría para denunciar agresiones internacionales. Lo hicieron Fidel Castro y Hugo Chávez contra EE.UU., o los palestinos en su larga disputa territorial con Israel o la ONU propia sobre las “limpiezas étnicas” en Kosovo a finales de los 90.
Por eso, si algo tenía que ser impecable, como arma diplomática, era el informe de 128 páginas, el “acervo probatorio” de los nexos de Maduro y sus cercanos con las organizaciones que delinquen desde allí. Era la oportunidad para que Colombia le diera solidez internacional a sus denuncias, con pruebas en la mano, de algo que el chavismo insiste en negar.
Pero de un documento sólido anunciado por el presidente, que seguramente en su mayoría contiene evidencias claras de lo que pasa al otro lado de la frontera, el dossier ha pasado a ser un trabajo cuestionado. Las fotos de adoctrinamiento de niños venezolanos –entregadas años atrás a los medios por el mismo Ejército— terminaron siendo escenas reales, pero de hechos ocurridos en Cauca o Nariño, y el campamento guerrillero en Venezuela, una caseta en el Catatumbo, tomada por un periodista de AFP.
El documento, en donde menos podía fallar, era justamente en lo gráfico, luego de que Venezuela ha querido desacreditar a Juan Guaidó al mostrarlo pasando la frontera con la ayuda de conocidos paramilitares. Esta pifia en un documento estratégico para el gobierno, en el que saltan a la vista la falta de rigor y la ausencia de inteligencia, le hace daño al presidente, pero además le resta confianza a una inteligencia militar que en el pasado fue motivo de admiración por la “Operación Jaque” o las herramientas tecnológicas que empleó para ubicar al ‘Mono Jojoy‘.
La salida del director de Inteligencia deja varias lecturas y algunos interrogantes. Una, que el documento, pese a su alcance político, fue hecho exclusivamente por militares y que pudo no haber pasado por la lupa de civiles. Por lo demás, como en los demás escándalos recientes en el Ejército, la responsabilidad es militar y no política y por eso el ministro sale incólume.
Los interrogantes que ya se plantean es si el dossier fue revisado a fondo por el ministro Botero, analizado por el consejero de seguridad, perfilado por la Cancillería o comentado por el asesor de comunicaciones de la Presidencia. Eso lo explicaría todo.
Fuente:
Carlos Obregón González, C. O. G. (2019, 2 octubre). ¿Inteligencia artificial? Recuperado 3 octubre, 2019, de https://caracol.com.co/radio/2019/10/02/politica/1569975268_997339.html