Bien podría ser por falta de recursos naturales, pero pocas profesiones serán más afectadas por el arribo de las herramientas de inteligencia artificial (IA) que el periodismo. Para quienes compartimos la creencia de que la noticia no está en el hecho de que todos los días despeguen y aterricen unos 300 mil aviones en el mundo, sino en los detalles del vuelo 302 de Ethiopian Airlines que recién se estrelló cerca de Addis Ababa, la utilización de la IA nos obligará a reconocer que, casi por definición, los medios no son un reflejo fiel de eso que llamamos la realidad. Vale comenzar por una obviedad: de las 170 mil patentes registrada ante la Organización Mundial de Propiedad Intelectual de aplicaciones e inventos relacionados con la IA desde 2013, ninguna de ellas supone la creación de esa máquina suprema capaz de sustituir por completo a la mente humana y tomar control del universo. Se trata de desarrollar capacidad de cómputo suficiente para procesar enormes cantidades de información, siempre enfocada en la resolución de tareas muy específicas. PUBLICIDAD Para perderle el miedo a Hal (Odisea del Espacio, 1968) bastaría con imaginar las complicaciones que tendría Deep Blue (la megacomputadora que en 1997 le ganó una partida de ajedrez a Gary Kasparov) para atender casi cualquiera de las funciones que hoy realizan Siri, Watson, Alexa o Google. Hasta hoy las dos principales empresas que encabezan, y por mucho, la investigación sobre el tema –IBM y Microsoft– han concentrado el uso de poderosos algoritmos para que distinto tipo de máquinas adquieran determinadas capacidades humanas. Las tres más llamativas son: la vista, el habla y el sentido de orientación. Sin embargo, la más importante ha sido la que supone la materia prima del oficio periodista, el procesamiento de información. Siendo claro que obtener información, analizarla y ordenarla en forma de una historia atractiva forman parte del DNA del segundo oficio más antiguo, debería resultar evidente que las computadoras deberían ser bastante más que simples máquinas de escribir o archiveros digitales. La utilización de técnicas como la construcción de redes neurales y/o deep learning ha permitido que las grandes empresas mejor valuadas en el mundo del dinero desarrollen capacidades para reconocimiento de imágenes, generación de voz y traducción automática que hoy son de uso más o menos común en la mayoría de los dispositivos móviles. Martin Ford, autor de The rise of the robots, asegura que en los próximos años el tipo de “trabajos que serán más vulnerables a la automatización que ofrece la IA son aquellos que son particularmente rutinarios y predecibles”. Así de claro. Para una profesión que se podría ilustrar con el mito de Sísifo y más allá del tema de los egos, debería ser claro que una enorme parte del contenido mediático es, por decir lo menos, previsible o de mínima relevancia. Aquí es donde la IA ya disponible ofrece nuevas oportunidades. Desde la simple lectura de los analytics a la segmentación de audiencias. Del uso de archivo a la construcción de narrativas. Del data mining a la creación de percepciones.
Fuente: Milenio