El avance de la tecnología en la sociedad actual es una realidad de la que no se puede escapar, incluso cuando esta supera a la ficción. Algunos de estos avances, que se consideraban futuristas hace algunos años, se han implantado ya en nuestro presente y en muchos casos, sin siquiera habernos dado cuenta.
Una de las tecnologías que avanza a pasos agigantados, y que es ya una parte esencial de algunos sectores, es la inteligencia artificial. Dentro de la música, una de las formas de comunicación más antiguas del ser humano, se puede encontrar esta nueva realidad. Pero, ¿qué supone la incursión de la inteligencia artificial en una industria tan emocional como esta?
La finalidad de la inteligencia artificial que hemos desarrollado no es la de reducir la creatividad del compositor, ni siquiera la de replicar su talento. Se trata de una herramienta de aprendizaje que nos permite saber qué melodías, armonías, ritmos, tempos, sonidos e instrumentos evocan unas emociones concretas. Esta información nos permite componer una música que cumpla una función específica cuando alguien la escuche o, dicho de otra manera, permite emocionar a un cliente de una marca en un momento dado, con la emoción correcta, mejorando así su experiencia de usuario y generando un vínculo a un nivel más profundo con ella; algo que antes era impensable.
Desde la perspectiva del audiobranding, se trata de ayudar a las empresas a crear su propia identidad sonora a través de técnicas de neurociencia, IA y big data, aplicando esta tecnología en el proceso creativo. La música se ha convertido en una parte imprescindible en la vida de una persona, y sus acciones dependen en gran medida de cómo percibe los estímulos que recibe, debido a la conexión que existe entre los sonidos, las emociones que evocan y las acciones que realiza, fruto de esas emociones.
Desde el punto de vista científico, los estímulos que recibimos a nivel auditivo que llegan al cerebro provocan respuestas emocionales y nos llevan a tomar decisiones, en base a lo que hemos escuchado, y tras decidir, realizamos las acciones acordes a esa decisión. Para llegar a concluir qué música y qué sonidos debemos utilizar para emocionar a nuestro cliente, hemos creado un software de lectura facial de emociones y un motor de IA, que, gracias a sus algoritmos, nos permite entender y analizar una gran cantidad de datos recogidos de miles de personas a la vez, medir sus respuestas emocionales y predecir cuál será su respuesta final, dependiendo del audio que escuchen.
Por tanto, ante la pregunta sobre la evolución de la música gracias a la IA, la respuesta es que, mientras esta se integre dentro del proceso creativo, la música se verá beneficiada.
Aplicado al ámbito empresarial, como es el caso de Sounditi, el éxito consiste en construir una identidad sonora que apoye la estrategia de la compañía y provoque en sus clientes más cercanía con la misma, transmitiendo los valores de marca emocionalmente con cada sonido. La IA nos facilita la información para componer una identidad sonora que haga al cliente sentirse de una forma concreta, dependiendo de si está en las oficinas de la empresa, en sus tiendas o llamando al número de atención telefónica, ya que, las expectativas de este son diferentes en cada momento.
Esta tecnología que alcanza a día de hoy niveles estratosféricos es la evolución de una mucho más primaria, y es que, como curiosidad, hace ya dos décadas – en 1995 – David Bowie exploró estas técnicas para la creación de versos en su disco Outside.
Aunque, sin duda, la IA seguirá dando mucho que hablar y tendrá un papel creciente en el sector musical, el talento y el ingenio de los artistas será siempre una parte imprescindible de este arte.
Fuente: Innovadores