Frente al llamado Internet de las cosas ese concepto que promete frigoríficos conectados a la red y casas inteligentes la mayoría se sienten como Monsieur Hulot en Mi tío. Con mucho asombro y cierto estupor. En la maravillosa película dirigida por Jaques Tati en 1958, Hulot visitaba a su sobrino -un niño acongojado por el lujo que le rodea- en una mansión hipertecnificada. El humor habitual del cineasta francés, preñado siempre de un tierno humanismo, expresaba el temor de la gente corriente frente al mundo moderno. La frialdad y deshumanización de aquella moderna jaula representaba el triunfo de la máquina. “Las líneas geométricas no producen gente amable” dijo una vez Tati, añorando las construcciones tradicionales y los pequeños pueblos franceses.
Si Jaques Tati hubiera tenido la posibilidad de viajar en el tiempo para conocer la casa de Michael Izatt, fundador junto a Matt Emmi de OneButton, su opinión habría cambiado. En casa de Izatt, con un par de palabras (el comediante francés siempre primó el gesto frente a la voz) habría podido poner uno de sus temas de jazz preferidos, prepararse un baño sin levantarse del sofá o ajustar la temperatura del salón. Izatt habla con su casa. Literalmente. Toda la vivienda está dotada de un sistema de reconocimiento de voz que permite a su propietario comunicarse con los objetos que le rodean.
OneButton es un estudio de diseño con sede en Nueva York que busca “una aproximación clásica a la tecnología moderna”. Esta frase, que utilizan para explicar su filosofía, se materializa en la integración de sensores y aparatos -desde la cafetera a la televisión- conectados a través de Internet para ser controlados a través de la voz, incluso a distancia gracias a una aplicación móvil. Los espacios diseñados por OneButton ocultan la tecnología para favorecer la comodidad: los dispositivos digitales están al servicio del habitante y no al contrario. En un futuro Izatt cree que llegará el día en que hablaremos con nuestra casa “como si fuera una persona y será lo suficientemente inteligente para tomar decisiones”. Pero mientras eso sucede, resulta al menos gratificante saber que las luces estarán encendidas y el salón caldeado cuando lleguemos a casa.
José L. Álvarez Cedena
Octubre
2016
Fuente: One