El año pasado, el gobierno de Estados Unidos gastó más de 18.000 millones de dólares en financiamiento para que las farmacéuticas desarrollaran una vacuna contra el COVID-19, un esfuerzo que se tradujo en al menos cinco vacunas muy eficaces en un tiempo récord. Ahora está inyectando más de 3000 millones de dólares en un área de la investigación que había sido abandonada: el desarrollo de comprimidos para combatir el virus al inicio de la infección, lo cual tiene grandes posibilidades de salvar muchas vidas en los próximos años.
Este nuevo programa que el Departamento de Salud y Servicios Humanos anunció el jueves, acelerará los ensayos clínicos de algunos medicamentos prometedores. Si todo sale bien, es posible que para fines de año estén listos algunos de esos comprimidos. El Programa de Antivirales para la Pandemia también apoyará la investigación de fármacos totalmente nuevos, no solo para el coronavirus, sino para los virus que pudieran originar otras pandemias en el futuro.
Con una simple pastilla, se pueden combatir una gran cantidad de otros virus, entre los cuales está el de la influenza, el VIH y la hepatitis C. Pero pese a que las investigaciones llevan más de un año, no existe un comprimido similar para el tratamiento de alguien con una infección por coronavirus antes de que este provoque estragos. La Operación Warp Speed, el programa del gobierno de Trump para acelerar la investigación sobre el COVID-19, invirtió mucho más dinero en el desarrollo de las vacunas que en los tratamientos, y este nuevo programa intentará llenar ese vacío.
Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y promotor fundamental del programa, señaló que esperaba que llegara el momento en que los pacientes con COVID-19 pudieran comprar pastillas antivirales en la farmacia tan pronto como dieran positivo por el coronavirus o presentaran síntomas de COVID-19.
“Si un día me despierto en la mañana sintiéndome mal, sin olfato ni gusto, y con dolor de garganta, le puedo llamar al médico y decirle ‘Tengo COVID y necesito que me mande una receta’”, comentó Fauci en una entrevista.
El apoyo de Fauci para la investigación sobre los comprimidos antivirales surge de su propia experiencia en el combate al sida hace tres décadas. En la década de 1990, su instituto realizó investigaciones que dieron como resultado algunas de las primeras pastillas antivirales para el VIH: las “inhibidoras de la proteasa” que bloquean una proteína esencial del virus y pueden mantener el virus controlado durante toda la vida.
A principios de la década del año 2000, los científicos descubrieron que un antiviral llamado sofosbuvir podía curar la hepatitis C casi el cien por ciento de las veces. Tamiflu, un comprimido contra la influenza que se vende sin receta, puede acortar el tiempo de recuperación de la infección y reducir las probabilidades de que un episodio de gripe pueda mandar a alguien al hospital.
Al inicio de la pandemia, los investigadores comenzaron a probar los antivirales existentes en personas hospitalizadas con COVID-19 grave. Pero con muchas de esas pruebas no se logró demostrar ningún beneficio de los antivirales. En retrospectiva, fue un error que se probaran en los hospitales. Ahora, los científicos saben que el mejor momento para intentar frenar el coronavirus es durante los primeros días de la enfermedad, que es cuando el virus se está replicando con rapidez y el sistema inmunitario aún no ha organizado su defensa.
Muchas personas vencen la infección y se recuperan, pero en el caso de otras, el sistema inmunitario falla y comienza a dañar los tejidos y no el virus. Este daño autoinfligido es el que hace que muchas personas con COVID-19 terminen en el hospital cuando la replicación del coronavirus ya está disminuyendo. Así que tal vez un fármaco que frena la replicación al inicio de la infección no dé resultados en una prueba con pacientes que ya están en fases tardías de la enfermedad.
Remdesivir
Hasta ahora, solo un antiviral ha demostrado tener un beneficio inequívoco para las personas hospitalizadas: el remdesivir. Este medicamento, que originalmente se investigó como un posible tratamiento para el ébola, al parecer acorta el proceso del COVID-19 cuando se administra por vía intravenosa. En octubre, se convirtió en el primer medicamento antiviral —y hasta ahora el único— en obtener la autorización completa de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por su sigla en inglés) como tratamiento de la enfermedad.
No obstante, la eficacia del remdesivir ha dejado decepcionados a los científicos. En noviembre, la Organización Mundial de la Salud recomendó no usarlo.
Es posible que el remdesivir funcione mejor si la gente lo toma en comprimidos al inicio de la enfermedad. Pero el compuesto con la fórmula que fue aprobada no actúa por vía oral. No sobrevive en el trayecto que va de la boca al estómago para entrar al sistema circulatorio.
Los investigadores de todo el mundo están probando otros antivirales que saben que dan resultados por vía oral. Uno de esos compuestos, llamado molnupiravir, fue desarrollado en 2019 por investigadores de la Universidad Emory y se ha probado contra virus que incluyen el de la influenza y el virus de la encefalitis equina venezolana.
En asociación con Ridgeback Biotherapeutics de Miami, el equipo de esta universidad efectuó unos experimentos tan sorprendentes en ratones que Merck les propuso que realizaran ensayos de ese medicamento para el COVID-19 en humanos.
“Pensamos que esta molécula era en verdad asombrosa”, señaló Daria Hazuda, vicepresidenta de investigaciones en enfermedades infecciosas y vacunas de Merck.
El otoño pasado, las empresas iniciaron un segundo estudio, esta vez al probar el fármaco en personas que acababan de ser diagnosticadas con COVID-19. Esas pruebas continúan y Merck está reclutando voluntarios que tienen un riesgo más alto de infección, como las personas mayores con obesidad y diabetes. Hazuda afirmó que esperan obtener resultados precisos de las pruebas para octubre.
El año pasado, el financiamiento del gobierno para los tratamientos contra el COVID-19 se concentró en unos cuantos candidatos, como los anticuerpos monoclonales y el remdesivir. Muchos de los estudios relacionados con los antivirales fueron pequeños y no tuvieron un financiamiento suficiente. En enero, el gobierno entrante de Biden comenzó a diseñar un nuevo programa destinado a los comprimidos antivirales.
La semana pasada se vieron los primeros resultados de este plan. El Departamento de Salud y Servicios Humanos anunció que le compraría a Merck 1,7 millones de dosis de molnupiravir con un costo de 1,2 millones de dólares, siempre y cuando las pruebas que se están realizando den como resultado la autorización de la FDA. De acuerdo con David Kessler, director científico general del equipo de la respuesta contra el COVID-19 de la presidencia de Biden, es posible que el gobierno busque acuerdos similares para otros dos antivirales en fases avanzadas de los ensayos clínicos.
Tenemos la esperanza de que “para fines del otoño, podamos tener un antiviral que pueda ayudarnos a cerrar este capítulo de la epidemia”, comentó Kessler en una entrevista.
Uno de los fármacos que el gobierno está considerando es el AT-527, desarrollado por Atea Pharmaceuticals. Ya se ha comprobado que este compuesto es seguro y eficaz como tratamiento contra la hepatitis C y los primeros estudios indican que también podría funcionar contra el COVID-19. Con el fin de probarlo en seres humanos, Roche se ha asociado con Atea y, en la actualidad, estas empresas se encuentran realizando un ensayo clínico en fases avanzadas.
El otro medicamento que analiza el gobierno fue creado por los científicos de Pfizer, adaptado de una molécula que originalmente fue diseñada a principios de la década del año 2000 como un posible tratamiento para el SRAG, o síndrome respiratorio agudo grave. Este fármaco se había quedado durante años en el olvido, pero la primavera pasada, los investigadores decidieron modificar su estructura para que pudiera actuar contra la proteasa del nuevo coronavirus. Más de 200 investigadores de Pfizer unieron esfuerzos para trabajar con esa molécula, conocida por el momento como PF-07321332.
El medicamento había sido diseñado para administrarse por vía intravenosa, pero los científicos de Pfizer lograron modificar su estructura para que funcionara en presentación de comprimido. Cuando les dieron el medicamento por vía oral a los ratones, alcanzó niveles lo suficientemente altos en el cuerpo como para bloquear el coronavirus. En marzo, Pfizer empezó un ensayo clínico para estudiar su seguridad en humanos y espera pasar a los ensayos de fases avanzadas el próximo mes.
Kessler reconoció que habrá algunos retos relacionados con el uso de esos comprimidos para reducir las hospitalizaciones y los fallecimientos por COVID-19. Será necesario que la gente tenga acceso a los fármacos tan pronto como dé positivo. “Los programas de pruebas tendrán que estar vinculados con el tratamiento”, señaló.
Fuente: eluniverso.com