El ejército de robots crece sin parar. La industria española ya cuenta con cerca de 35.000 unidades. El modelo tradicional de relaciones laborales está siendo cuestionado.
La inteligencia artificial avanza. Y lo hace cada vez con más fuerza. En particular, en la industria. Un ejército de 35.000 robots industriales ya trabaja en España a pleno rendimiento. Es decir, dos de cada 1.000 trabajadores son hoy de material no humano y funcionan con algoritmos. O lo que es lo mismo, su identidad responde a una definición consensuada en la Federación Internacional de Robótica, que reúne a los fabricantes de autómatas. Un robot no es otra cosa que “un manipulador multifuncional, controlado automáticamente, reprogramable en tres o más ejes, que puede estar fijo o móvil para su uso en aplicaciones de automatización industrial”. Tras estas características se esconde la competencia más agresiva que hoy tienen muchos empleos ‘tradicionales’.
Se trata de un proceso de automatización sin precedentes que no ha hecho más que comenzar. Entre otras cosas, porque el coste de fabricar un robot es cada vez más reducido y su rendimiento, por el contrario, es cada vez mayor. Como ha recordado un estudio del think tank Bruegel, uno de los más influyentes de Europa, en los mercados asiáticos ya existen más de un millón de robots funcionando, y de ellos la tercera parte está en China, donde el número de autómatas está creciendo a un ritmo anual del 21%. Por lo tanto, el triple que en Europa o en España (6%).
La Unión Europea (UE), sin embargo, sigue siendo la región con más robots. Básicamente, por la poderosa industria del automóvil, que es la más intensiva en la utilización de inteligencia artificial para sus plantas de ensamblaje y fabricación de vehículos. Eso explica que en 2020, según las previsiones de la patronal de fabricantes de autómatas, estarán en el mundo plenamente operativos algo más de tres millones de robots de toda suerte y condición. En Alemania, de hecho, ya hay algo más de cuatro robots por cada 1.000 trabajadores, mientras que en Italia o Suecia hay 2,5. Los tres países son los más volcados en el proceso de automatización de la industria.
La causa de este empuje, según Georgios Petropoulos, investigador de Bruegel, tiene que ver con que 170.000 robots participan en los procesos de producción de la industria del automóvil, aunque la robotización también tiene amplia presencia en la extracción de minerales, el suministro de electricidad u otras ramas manufactureras.
De hecho, el sector con mayor crecimiento en el número de aplicaciones de robots ya no es el del automóvil, sino la manipulación de paquetería o de maquinaria. Grandes plantas logísticas utilizan hoy de forma cada vez más frecuente robots para sus operaciones. Es decir, que los robots ya no son una competencia solo para los trabajos más peligrosos, tediosos o insalubres, sino que tienen cada vez más relevancia en sectores tradicionales, también en los servicios, la abogacía, el comercio o la Administración pública.
ROBOTS Y DESLOCALIZACIÓN INDUSTRIAL
Como sostiene un informe del servicio de estudios de La Caixa, un 43% de los puestos de trabajo actualmente existentes en España tiene un riesgo elevado (con una probabilidad superior al 66%) de poder ser automatizado a medio plazo, mientras que el resto de los puestos de trabajo queda repartido a partes iguales entre el grupo de riesgo medio (entre el 33% y el 66%) y bajo (inferior al 33%).
Los robots, incluso, están cerca de provocar un cambio radical en las relaciones laborales. Como ha puesto de relieve un informe de CCOO sobre el impacto de la digitalización en la economía, la deslocalización industrial, que supone trasladar plantas completas a países emergentes para aprovechar sus bajos costes de producción, está amenazada porque un robot no entiende de fronteras ni de costes sociales. Es decir, produce lo mismo y al mismo coste en China, Vietnam, Stuttgart o Barcelona. Esto hará, según CCOO, que las industrias nacionales, como ya está sucediendo en algunos países, recuperen todos los procesos de la cadena de valor con la correspondiente creación de empleo en el país inversor, normalmente con menos riesgos en términos geopolíticos, seguridad jurídica o tipo de cambio.
Según la Asociación Española de Robótica y Automatización (AER), la soldadura ha dejado de ser la aplicación más utilizada, con algo más del 19% del número total de robots, siendo superada por la manipulación y carga o descarga de máquinas, que representa ya más del 57% de los nuevos robots incorporados en 2016 al sistema productivo. En total, el ejército de robots lo componían en España a finales de ese año un total de 34.528 unidades. Y en aumento.
Su irrupción masiva no ha hecho más que comenzar. La Federación Internacional de Robótica (IFR, por sus singlas en inglés) estima que si en 2016 entraron en funcionamiento 3.919 nuevos robots industriales, en 2020, dentro de apenas dos años, comenzarán a operar 6.500 unidades, lo que sitúa España entre los países europeos más abiertos a la utilización de ingenios electrónicos alimentados con algoritmos. Si bien todavía por detrás de Alemania, que pondrá en funcionamiento alrededor de 25.000 nuevas unidades en el periodo, cuatro veces más que España.
UNA REVOLUCIÓN DISRUPTIVA
Como se ha dicho, esto no es más que el comienzo. Por delante hay una revolución que será necesariamente disruptiva, y a medida que la industria 4.0 se generalice -lo que supone la digitalización de los procesos industriales-, el uso de robots tenderá a acelerarse gracias a la simplificación de sistemas informáticos y a la mayor compatibilidad de datos, como asegura Petropoulos. Los datos de un robot se podrán compartir con los de otros a través de la nube, lo que supone una intercomunicación entre robots que hoy es solo incipiente. Y lo que no es menos relevante, robots autónomos capaces de tomar decisiones cada vez más complejas. El riesgo es evidente para el empleo.
Pero, como dicen los expertos de CCOO, el problema no es el número de empleos que se pierdan con la automatización, sino que la economía no sea capaz de producir los suficientes puestos de trabajo para compensar las pérdidas que ocasionará la revolución 4.0 en la industria. Máxime cuando la irrupción de los robots, como ha dicho la economista jefa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Irmgard Nübler, no es lineal, constante, sino que llega en oleadas, por lo que en periodos de transición el empleo se resiente. Periodos de fuerte destrucción de puestos de trabajo vendrán seguidos de otros de recuperación del empleo. La célebre destrucción creativa de Schumpeter.
Existe una evidencia: las nuevas fábricas tenderán a ofrecer menos empleos cualificados o de muy baja cualificación, y no es seguro que otros sectores puedan absorber esa mano de obra. Por el contrario, los empleos que quedarán más protegidos serán los más creativos, capaces de escapar de la influencia de los robots.
La paradoja es que antes había coincidencia en que los trabajos más afectados serían los menos cualificados, pero hoy hay sectores como el transporte, la sanidad (nanorobots), la limpieza o, incluso, las tareas administrativas, que tienden a ser sustituidos por máquinas que no pagan impuestos ni cotizaciones sociales, lo que ha abierto otro debate sobre cómo financiar la Seguridad Social en un entorno laboral cada vez más automatizado. Y en el que los ‘compañeros’ de curro no enferman, no hacen huelgas, no piden subida de sueldo, siempre obedecen y trabajan 24 horas al día los 365 días del año. Dura, muy dura, competencia.
Fuente: NotiwebMadriod