El 29 de abril de 2009, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una alerta de pandemia a causa del virus de influenza A (H1N1), esto provocó que diferentes gobiernos en el mundo, incluyendo el de México, emprendieran diversas acciones, entre ellas, planes de contingencia y alianzas institucionales con universidades para que investigadores de distintas disciplinas se sumaran para proponer alternativas viables ante este fenómeno.
La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) se unió a la alianza institucional de enfermedades emergentes, y entre los científicos que respondieron a este llamado estuvo el doctor Thomas R. F. Scior, académico de la Facultad de Ciencias Químicas y especialista en farmacia. El resultado de su participación fue el desarrollo de un nuevo antiviral contra la influenza humana y animal de bajo costo y con un procedimiento de creación más sencillo en comparación con el que se realiza para producir antivirales comerciales como el Tamiflu.
A casi diez años de esa experiencia, el doctor Thomas Scior relata para la Agencia Informativa Conacyt, cómo vivió su participación en el megaproyecto institucional de enfermedades emergentes que derivó en el desarrollo de nuevos antigripales para el virus H1N1.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cómo fue la inclusión en este proyecto?
Thomas Scior (TS): Me invitaron para formar parte del equipo en el área de medicamento y de insumos, pero yo hice una contrapropuesta en el área que he trabajado como investigador, en diseño de fármacos. Mi participación también incluyó una propuesta para crear sustancias antivirales, la cual hice en el año 2010.
AIC: ¿Cómo fue este proceso, ya que había la urgencia de que saliera lo más rápido posible?
TS: El brote y la infección se deben al virus de la influenza. En mis antecedentes como investigador no tenía trabajos con estas características de intensidad, pero no estuve temeroso, ya que conozco las herramientas a utilizar, por eso recurrí al método molecular de simulaciones computacionales. Para esto estudié y aprendí el concepto de la propagación del virus.
Sabía también de antemano que el virus tiene una estructura muy simple en comparación con una célula, es decir, una célula tiene 100 mil proteínas diferentes, mientras un virus tiene 10, por eso pensé en encontrar un punto débil para atacar el virus. Eso me parecía una oferta tan atractiva que me presenté como voluntario aunque no era virólogo ni microbiólogo, pero sabía que podría ver una debilidad biomolecular en el virus.
AIC: ¿En cuánto tiempo lo logró detectar?
TS: En dos años, con el método de simulación molecular computacional, la búsqueda virtual se redujo a solo dos moléculas candidatas antivirales. Aunque debo decir que en esa época no había en la BUAP el laboratorio de supercómputo. Para hacer este trabajo me enteré de un programa de reciclaje de computadoras en la universidad, así que busqué esos equipos y se armaron las herramientas para realizar el trabajo, por eso fue más tardado.
AIC: ¿La contribución fue a través de qué sustancia?
TS: Primero había que conocer los mecanismos de acción de los antivirales existentes y las opciones para atacar un blanco molecular en el virus. Después, hacer simulaciones moleculares computacionales para definir un nuevo antiviral ideal contra la influenza humana. Posteriormente, se buscó entre 30 millones de sustancias químicas, y buscamos ciertas características en las moléculas para encontrar potenciales antivirales.
Luego encontramos un sinfín de problemas técnicos por resolver y al final nos quedamos con un banco de tres millones de sustancias. Después se hizo la síntesis de candidatos y al final las pruebas biológicas, apoyados por el Centro de Virología, Cibior, IMSS, Metepec. De este trabajo surgió el mejor paper (artículo científico) en cuanto a citaciones. A la mitad de ese año (2010), era el artículo más citado, de hecho, una quinta parte de todas mis citas acumuladas viene de este artículo.
AIC: ¿De este fármaco obtuvo la patente?
TS: Sí, son dos, pero de hecho tenemos cinco fármacos, dos están patentados y otro está en proceso. En comparación con los antivirales del mercado, tenemos la mitad de actividad, pero la ventaja es que tenemos una ruta de síntesis más rápida y económica. En general, los tiempos de síntesis son muy largos y cuando surge una epidemia hay problemas en el surtido y abastecimiento porque no se pueden producir en un día millones de tabletas, y por lo tanto lo que destaca de mi investigación es que con pocas moléculas se realizan procedimientos simples, inocuos y eficientes.
AIC: ¿Entonces sus procedimientos son más fáciles debido a la simpleza de la síntesis?
TS: La estructura es más simple y por lo tanto llegar a ella, a la síntesis, es mucho más accesible en costos y tiempo y en una planeación por una emergencia es muy oportuna.
AIC: ¿Esta patente no ha sido retomada por alguna farmacéutica?
TS: La misma institución es muy consciente y a mí me ofrecieron cursos para hacer el vínculo entre el invento y su explotación para la sociedad. Esos son pasos a seguir y seguro que hay quien se pueda interesar. Un paso concreto que he propuesto al Centro de Innovación y Competitividad Empresarial (Cucytt) de la BUAP es acercarnos a los productores industriales con estas sustancias antivirales, aunque en mi caso creo que me interesa más seguir investigando porque creo que hay más potencial con estas moléculas.
AIC: ¿Son tres moléculas y tres formulaciones?
TS: Son tres moléculas, todas distintas a las otras. Uno puede proponer moléculas y todas son derivadas o parientes de una molécula madre, pero en mi caso las tres son diferentes y no tienen un tronco común, son totalmente diferentes entre sí. A qué se debe, a la forma de la búsqueda y la forma de hacer el desarrollo.
AIC: ¿Este trabajo es el que le ha dado más satisfacciones?
TS: Hasta ahora mi mayor logro es inventar un antídoto contra una enfermedad mortal, una infección bacteriana, y tiene una patente internacional. Es un antídoto contra C. botulinum y tétanos. Este ha sido el trabajo con más impacto para mí. En qué sentido, en que la propuesta era una pregunta académica sobre algún acontecimiento intramolecular, y fue así como desarrollé la respuesta a una pregunta. Se hicieron pruebas experimentales y funcionó.
AIC: ¿Qué lo motiva para hacer este tipo de ciencia?
TS: En cuestiones administrativas me siento estresado y hasta gastritis me da, pero en el ámbito científico me siento bien realizado. Además tengo una muy buena memoria y así puedo almacenar todos los detalles. Lo que se necesita es eso, tener un sinfín de conocimientos para pisar terreno nuevo sin equivocarse. En cada caso, como investigador, he hecho una propuesta y ha funcionado.
El doctor Thomas R. F. Scior es originario de Heidelberg, una ciudad al sur de Alemania; reconoce que México es un país que lo ha recibido con generosidad. Agradece al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) por integrarlo al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) a pesar de no ser mexicano. Mientras dice esto se pone aprisa sus tenis, va de salida a una reunión académica, el trabajo lo entusiasma, la investigación más, no así la burocracia y los trámites administrativos. Su trabajo como científico no solo es un asunto de disfrute y compromiso, lo trae en la sangre, pues pertenece a una familia que por varias generaciones se ha dedicado a la farmacéutica.
Fuente: Agencia Informativa Conacyt