El campo magnético que generan las líneas de alta tensión, los teléfonos móviles o las redes wifi, entre otras tecnologías de nuestra época, induce en el cuerpo humano una especie química especialmente oxidante y agresiva susceptible, a grandes concentraciones, de destruir el ADN o las proteínas del organismo.
Sin embargo, a bajas concentraciones, este campo electromagnético estimula el sistema de defensa de las células para reparar el ADN o destruir este oxidante, lo que explica tanto los efectos nocivos como beneficiosos de los campos electromagnéticos.
Este es el resultado de una investigación, publicada en PLOS Biology, que arroja nueva luz sobre la influencia de las tecnologías más corrientes de nuestra civilización sobre la salud humana, tanto para perjudicarla como para mejorarla.
Según esta investigación, este doble efecto es posible gracias al criptocromo, una proteína sensible a la luz azul involucrada en la detección de los campos magnéticos para la orientación de las aves durante su migración, así como en el control del ritmo circadiano.
La respuesta de las células al campo magnético depende de la presencia de criptocromos, ha determinado esta investigación, gracias a los cuales las células humanas sometidas a un campo magnético débil (2 Militesla) aumentan la producción de especies de oxígeno reactivo (ROS), un grupo de radicales libres con capacidad de producir estrés oxidativo.
El estrés oxidativo se origina por un desequilibrio entre la producción de especies reactivas del oxígeno y la capacidad de un sistema biológico de decodificar rápidamente los reactivos intermedios o reparar el daño resultante.
Depende de la dosis
Las ROS se generan como consecuencia del metabolismo normal del oxígeno y tienen un importante papel en la señalización celular. Sin embargo, en épocas de estrés ambiental los niveles de ROS pueden aumentar considerablemente y provocar daños importantes en las estructuras celulares. Esto es lo que ocurre en presencia de campos electromagnéticos de una determinada intensidad, ha comprobado esta investigación.
Para llegar a esta conclusión los científicos expusieron células humanas a débiles campos electromagnéticos pulsados y comprobaron que esta exposición estimula la acumulación de ROS y que, en grandes cantidades, estas moléculas se vuelven tóxicas y participan en el estrés oxidativo y en el envejecimiento celular.
Sin embargo, a dosis moderadas, el oxígeno reactivo estimula activamente la reparación celular y la respuesta al estrés oxidativo, lo que explica los efectos terapéuticos observados en los casos de estimulación magnética repetitiva, señalan los investigadores.
Los investigadores pudieron comprobar estos resultados a través de larvas de moscas, que espontáneamente evitaban los lugares donde se aplicaban los campos magnéticos. Pero si a estas larvas se les privaba de los criptocromos, perdían la capacidad de percibir y de evitar el campo magnético. Otras larvas de mosca, a las que se les había aplicado un criptocromo humano, eran sensibles también a los campos magnéticos.
Posible riesgo para la salud pública
Margaret Ahmad, una de las autoras del artículo, señala en un comunicado que estos resultados “sugieren que, bien solos o en combinación con otros factores ambientales productores de ROS, estos campos magnéticos pueden tener un impacto negativo sobre la salud pública.”
En un segundo artículo publicado también en PLOS Biology, dos biólogos austriacos comentan los resultados de esta investigación, que promete añadir nuevos elementos a la polémica sobre la influencia o inocuidad de los campos electromagnéticos sobre la salud humana.
Estos autores señalan que será necesario una réplica de estos resultados por otros grupos de investigación antes de considerarlos concluyentes, si bien reconocen que la leucemia asociada a las líneas de alta tensión necesita de criptocromos, aunque añaden que hay estudios contradictorios al respecto. Y concluyen: “Bien puede ocurrir que el criptocromo sea un magnetosensor, pero con un lado siniestro”.
La Organización Mundial de la Salud explica que en los últimos 30 años se han desarrollado unos 25.000 artículos científicos sobre los efectos de los campos electromagnéticos, pero añade: “los resultados existentes no confirman que la exposición a campos electromagnéticos de baja intensidad produzca ninguna consecuencia para la salud. Sin embargo, los conocimientos sobre los efectos biológicos presentan algunas lagunas que requieren más investigaciones”. Esta investigación tal vez abra el camino a un cambio de posición al respecto.
Fuente: tendencia21.net