Dormir poco o mal influye en la evolución del dolor cervical, mientras que la intensidad del dolor no predice la evolución de calidad de sueño; además una baja calidad de sueño no indica el curso del dolor lumbar.
Estos son los resultados de dos estudios de una línea de investigación realizada en los últimos ocho años por la Red Española de Investigadores en Dolencias de la Espalda (REIDE), en los que ha participado el Instituto de Biomedicina de la ULE (IBIOMED) (España), y que han sido publicados recientemente en dos de las revistas más prestigiosas a nivel mundial en este campo, ‘European Journal of Pain’ y ‘Clinical Journal of Pain’.
El dolor lumbar es la principal causa de incapacidad en el mundo mientras que el dolor cervical ocupa el cuarto lugar, según un estudio publicado en ‘The Lancet’. Estudios previos habían detectado que los problemas de sueño eran más frecuentes entre quienes padecían dolor de cuello o espalda, que entre quienes no lo padecían.
No obstante, existía el dilema sobre qué era causa y qué consecuencia, pues biológicamente es tan verosímil que dormir mal agrave el dolor, como que el propio dolor dificulte dormir. Y también es posible que otros factores, como la depresión, agraven a la vez el dolor y la dificultad para dormir.
Para analizar la relación entre calidad de sueño, dolor cervical y lumbar, y la incapacidad que causan, un equipo multidisciplinar de 30 investigadores de REIDE, dirigido por Francisco Kovacs, director de la Unidad de Espalda del Hospital Universitario HLA-Moncloa y director de la Red, decidió iniciar una línea de investigación en 2009 con una muestra representativa de pacientes con dolor subagudo o crónico. Los estudios analizaron la evolución de un total de 883 pacientes (422 con dolor cervical y 461 con dolor lumbar), atendidos por fisioterapeutas, médicos de atención primaria y especialistas hospitalarios de más de 33 centros sanitarios de 12 Comunidades Autónomas.
Se usaron métodos estadísticos que permiten analizar la relación entre el dolor, la incapacidad y la calidad del sueño, ajustando por las variaciones en otras variables que se recogieron porque se asumía que podrían influir en ellas (como la edad, la depresión y otras alteraciones psicológicas, u otras enfermedades).
Además, se siguió a los pacientes durante 3 meses, durante los que se determinó la evolución del dolor, la discapacidad y la calidad de sueño, para analizar cuál era el parámetro cuyo cambio precedía a otros.
Los resultados de estos estudios reflejan que el 57% de los pacientes con dolor lumbar, y el 62,7% de los que sufren dolor cervical, tienen una mala calidad de sueño.
Además, demuestran que la calidad de sueño al iniciarse el estudio predice la evolución del dolor cervical a lo largo de los tres meses siguientes, mientras que la intensidad del dolor no predice la evolución de la calidad de sueño.
De hecho, la probabilidad de que el dolor cervical no mejore (con independencia del tratamiento que se aplique) es un 191,1% mayor entre quienes tienen una mala calidad de sueño que entre quienes duermen bien, descontando el efecto de todos los demás aspectos que podrían influir en la evolución del dolor (tales como la edad, factores psicológicos -como la depresión o el catastrofismo-, la intensidad del dolor, el grado de discapacidad o los tratamientos recibidos). Por el contrario, la calidad de sueño no predice la evolución del dolor lumbar.
Jesús Seco, investigador del Instituto de Biomedicina y coautor de los estudios puntualiza que “la calidad de sueño se ha determinado con un cuestionario validado y basado en la percepción del paciente, lo que incrementa la utilidad de este estudio en la práctica clínica rutinaria pues no requiere usar aparatos complejos de medición. En la práctica clínica habitual puede usarse el cuestionario de Pittsburgh empleado en este estudio para identificar a los pacientes con dolor cervical en los que la calidad de sueño es mala, con el fin de tratar ambos aspectos a la vez”.
Para el director de REIDE, Francisco Kovacs, los resultados de estos estudios demuestran que “a diferencia de lo que ocurre con el dolor lumbar, la mala calidad del sueño se asocia a un peor pronóstico del dolor cervical desde sus fases más precoces. Así, sería conveniente comprobar si mejorar la calidad del sueño en los pacientes con dolor cervical, facilita su curación y reduce el riesgo de que se convierta en crónico”.
Una influencia de la calidad de sueño que, para la doctora Elena Martínez, adjunta del Servicio de Rehabilitación del Hospital Ramón y Cajal y coautora de los estudios, queda patente en la investigación. “Estos estudios reflejan que la calidad de sueño tiene un mayor papel en el dolor cervical que en el dolor lumbar, y esta conclusión se ve reforzada por el hecho de que los resultados de ambos estudios son distintos pese a que ambos aplicaron los mismos métodos de investigación, con la única diferencia del tipo de dolor en el que se centraban”.
En ambos estudios, se evaluó la situación clínica de los pacientes al ser reclutados y 90 días después. Todas las variables se recogieron usando métodos e instrumentos cuya validez y fiabilidad habían sido demostradas previamente, e incluyeron variables socio-demográficas (edad, sexo, nivel académico, situación laboral, etc.), clínicas (intensidad y duración del dolor cervical y del irradiado al brazo, grado de incapacidad, calidad del sueño, enfermedades concomitantes, tratamientos recibidos, etc.), y psicológicas (intensidad de los pensamientos catastrofistas, depresión, etc.). La calidad del sueño se midió mediante el “índice de calidad de sueño de Pittsburgh”, que incorpora el uso de fármacos para dormir y consiste en una escala de 21 puntos, en la que “0” corresponde a la mejor calidad posible, y “21” a la peor.
Esta línea de estudio ejemplifica los métodos de trabajo de la REIDE, agrupando expertos de todas las profesiones y especialidades junto con investigadores, metodólogos y analistas estadísticos, para realizar estudios rigurosos a fin de dilucidar aspectos que permitan mejorar el tratamiento de los pacientes.
Fuente: ULE/DICYT