Tras el confinamiento obligado de la primavera y las vacaciones de verano, muchas empresas se preparan para reincorporar a sus empleados a sus lugares de trabajo a partir de septiembre. Las compañías están desarrollando planes para volver a trabajar de manera segura, pensando en los horarios, la distribución de las mesas, las políticas de visitas, el uso de ascensores y de la cafetería… Sin embargo, no es solo el bienestar físico lo que deben tener en cuenta: igual de importante es cómo responderán a la salud emocional y psicológica de los empleados, un tema que sigue siendo tabú y que ahora cobra especial importancia.
“Cuando los trabajadores tengan que incorporarse a sus puestos, muy probablemente tendrán pensamientos negativos y preocupaciones acerca de si la seguridad es suficiente o si están volviendo a trabajar antes de tiempo. También se preocupan del futuro de la empresa y por la estabilidad de su puesto de trabajo”, explica Rodríguez. Tener estos pensamientos puede llegar a ser inevitable en estas circunstancias: muchas veces, aparecen de forma automática. Así que si no se pueden anticipar, al menos sería aconsejable aprender a gestionarlos. Por eso es tan importante deshacerse del tabú de acudir a terapia en un momento tan delicado como este.
“Hay que facilitar que la persona pueda ir a la consulta de un psicólogo con la misma normalidad con la que se va a un fisioterapeuta”, cuenta Rodríguez. Pero la salud mental ha sido un tabú siempre, también en los lugares de trabajo, donde los empleados temen sentirse juzgados. “Que alguien vaya al psicólogo sigue todavía asociado a problemas graves, no hay una conciencia del apoyo que supone también para la gente sin trastornos. La mayoría no hemos recibido educación en inteligencia emocional, por ejemplo, y tenemos que aprenderlo posteriormente”, explica Sánchez.
El estigma del psicólogo
La situación actual puede ser una buena oportunidad para reducir el estigma. “Hay que aprovechar que nos ha pasado esto para que nos demos cuenta de la fragilidad que nos rodea y facilitar que las personas trabajen de la forma más estable y reconfortante posible”, cuenta Rodríguez. Quizá en la conciencia colectiva ahora está más justificado que alguien vaya a terapia.
“No es lo mismo que uno visitara al psicólogo antes, cuando no había un motivo tan obvio para hacerlo, según la sociedad. Ahora, el hecho de que alguien haya estado enfermo o haya vivido alguna tragedia hace que de cara a la gente haya un motivo más justificable para ir a consulta. No es la situación idónea, pero es un buen momento para que se empiece a considerar que lo mental es tan importante como lo físico”.
El Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo menciona algunos aspectos de los riesgos psicosociales relacionados con el coronavirus que las empresas deben tener en cuenta. Entre ellos, recomienda a las compañías que expliquen a sus trabajadores que la situación actual “puede provocar un impacto emocional”, que “el miedo y el estrés son reacciones normales en este momento y que cada persona lo vive con una intensidad distinta”. También alienta a las compañías a promover el bienestar emocional y a disponer o facilitar un servicio de apoyo psicológico.
Qué pueden hacer las empresas
Los expertos están de acuerdo con estas recomendaciones: “Igual que las empresas buscan programas para facilitar un buen desarrollo y una buena salud física, también tienen que empezar a pensar en un servicio de psicología donde se pueda atender, orientar y prevenir muchas dificultades”, explica Rodríguez. “El entorno laboral tiene que dotarse de unas características que facilite la estabilidad emocional y eso se puede hacer cambiando la forma de organizar el trabajo, la comunicación o creando un clima emocional libre de tabúes”.
El apoyo entre compañeros y la cultura de la empresa también son fundamentales. Los jefes podrían familiarizarse con las señales de advertencia de angustia emocional, dedicar más tiempo para comunicarse con sus empleados y ayudar a los miembros del equipo a comprender qué está y qué no está bajo su control. La ansiedad se reduce también a medida que los empleados se reencuentran con sus colegas. La cuarentena y el distanciamiento social han hecho que las personas pierdan sistemas de apoyo y mecanismos para afrontar la tormenta que de otro modo les habrían ayudado a capearla.
Muchas empresas necesitarán mejorar las prácticas actuales, complementando programas de salud mental externos con una mayor capacidad para lidiar con el estrés, la ansiedad y la incertidumbre. Esto implica desarrollar una conciencia interna, sensibilidad y capacidad para abordar las preocupaciones de los empleados.