Qué tienen en común la retirada de maniquíes extremadamente delgados, la mejora de la accesibilidad de los autobuses en Madrid y salvar la vida a la vaca Margarita? Que estos tres logros se consiguieron gracias a la recogida de firmas en Change.org. A través de esta plataforma, en la que los ciudadanos pueden iniciar peticiones y apoyar las de los demás, también se ha conseguido parar desahucios o aprobar leyes contra el maltrato animal.
Irene Milleiro (Pontevedra, 1976), directora general de la plataforma en Europa y Australia, defendió, durante su participación en el South Summit, que la tecnología puede usarse para hacer el bien. Ahora, analiza cómo estos avances han dado más poder a los ciudadanos, cuáles son las claves para que una iniciativa sea exitosa y cuáles son los principales retos a los que se enfrentan.
Entro a Change.org, firmo una iniciativa y después, ¿qué pasa?
Pasan muchas cosas. Hay personas que solo firman pero también hay otras que van más allá y nos escriben para que les pongamos en contacto con el creador de la propuesta porque creen que le pueden ayudar de una forma más directa. Por ejemplo, abogados que quieren ofrecer sus servicios de forma desinteresada. Otra cosa que pasa muy a menudo es que las instituciones a las que van destinadas las firmas se ponen en contacto con quienes han firmado. Como el presidente de una compañía o el alcalde de una ciudad. A través de la herramienta Decision Makers los interesados tienen acceso a todas las peticiones dirigidas a ellos y pueden responder a todos los firmantes.
Milleiro defiende que la tecnología hace posible esta lucha porque une a un montón de personas que tienen un problema en común y facilita que puedan conectarse. Y pone un ejemplo. Una vez, una mujer inició una petición solicitando a una empresa de seguros de salud que cubriera una serie de terapias que su hijo necesitaba y la compañía no quería cubrir. La solicitud empezó a acumular firmas, la empresa cedió y decidió cubrirlo con su seguro. De repente, surgieron seis peticiones más en otros lugares de España que pedían lo mismo a otras empresas de salud. “Porque de repente la gente se da cuenta de que si otros han podido conseguirlo, ellos también pueden”, asegura.
¿Cómo aumenta la tecnología la capacidad que tienen los ciudadanos de cambiar las cosas?
La misión de Change.org no es cambiar el mundo, sino empoderar a la gente. Que los ciudadanos sientan que su voz cuenta y que cuando alguna injusticia sucede a su alrededor, hay algo que pueden hacer. La parte más bonita de mi trabajo es ver cómo alguien empieza una petición completamente desesperado después de que le hayan cerrado las puertas por los cauces formales y ve, poco a poco, cómo otros se suman a su causa. Sienten que no están solos y que, de hecho, a lo mejor tienen razón. Ese cambio interno de inseguridad a ir a por todas es muy bonito.
Hemos recibido mensajes de gente mayor y que vive en zonas más aisladas que nos dan las gracias por tener la oportunidad de poder participar en algo que no podrían hacer en su pueblo. Esto les genera una sensación de poder unirse a una comunidad. Hemos llegado a un punto en el que, cada vez que pasa algo, en 15 minutos alguien ha creado una petición. Creo que demuestra un cambio en la actitud de los ciudadanos. También es gracias a que ahora tienen herramientas para hacerlo utilizando la tecnología. En España, ahora mismo hay 15 millones de usuarios y 2.000 peticiones cada mes.
¿Qué hace que una petición tenga éxito?
Son muchos factores. El humor es uno de ellos. Pero las características que hemos visto de peticiones que van en serio y que funcionan muy bien son: que pida un cambio concreto, no firmar para acabar con el cambio climático sino para que una empresa reduzca las emisiones en el polígono de Zaragoza; que se pueda conseguir, que no sea una locura, sino que alguien sensato lo vea y piense que tiene sentido; y que cuente una historia personal, genera más empatía y tienen un potencial de cambio enorme, aunque al principio les da un poco de vergüenza contar su historia. Lo que tiene más poder son los testimonios personales.
Una historia de sentido común
“Nos pasó hace no mucho con Paloma Pastor, una madre cuyo hijo, de siete u ocho años, tuvo un accidente en la montaña”, explica Milleiro. “Le salvaron la vida pero tiene daños cerebrales. Cuando salió del hospital le dieron una lista de clínicas privadas para hacer la rehabilitación. Le dijeron que la seguridad social no cubre la rehabilitación por daño cerebral para personas de menos de 16 años o de más de 50”. Cuando Paloma Pastor empezó esa petición todo el mundo entendió que era necesario solicitar que la seguridad social cubriera esos gastos y esta fue una de las claves para que se viralizara.
Siendo todo esto gratis, ¿cuál es el modelo de negocio de Change.org?
Tiene dos partes. Una que consiste en microdonaciones: puedes firmar y pagar para que una petición en concreto se muestre en la página a más gente. Puedes promocionarlas y ayudar a difundirlas. Aunque suena a poca cosa, hay mucho tráfico en nuestra página y muchas personas haciendo pequeñas donaciones. La otra es un programa de socios, gente que quiere apoyar la labor que hacemos. Lo empezamos hace dos años y tenemos 80.000 socios en todo el mundo, 9.000 en España.
Las redes sociales contribuyen a la difusión, ¿también obligan a las empresas a ser más transparentes?
Nos quejamos mucho, pero los consumidores nunca hemos tenido tanto poder como ahora. Es algo enorme, por la exposición que hay ahora mismo en las redes y por la conexión entre personas diferentes. Esto obliga a las empresas a pensar diferente y ser transparentes, algo que está muy relacionado con la tecnología y las redes sociales. Si sabemos canalizar esto bien ojalá vivamos en un mundo un poquito mejor.
¿Qué retos tenéis a partir de ahora?
Hay varios. Uno es cómo conseguimos que esas comunidades de personas que se encuentran a través de una petición puedan hacer más cosas juntos además de firmar. Estamos viendo cómo podemos añadir herramientas a la página que faciliten ese proceso de crear comunidad. Qué herramientas podemos dar para que las personas puedan avanzar más en sus campañas y que la firma sea una puerta de entrada pero puedas dedicar tu tiempo, dinero o capacidades para apoyar la causa. También hay mucha gente que firma peticiones pero luego no sabe qué ha pasado con ellas. Estamos valorando otras vías de comunicación más allá del email para contarte que con tu firma sí cambian las cosas y es una pena que tú no te enteres.
Fuente: Retina El Pais