Rei Inamoto ha visto fracaso desde la mirada de tres países distintos. Nació en Japón. “En general, es una cultura más estricta. La educación japonesa me enseñó cómo no fracasar”. Pasó su adolescencia en un internado suizo. “Éramos 250 estudiantes de 70 países distintos. La capacidad de respetar la diversidad y la variedad de opiniones me hizo más tolerante al fracaso”. Desplegó su carrera profesional en Estados Unidos. “Ahí están más abiertos al fracaso porque ponen más énfasis en cómo tener éxito”.
También lo ha vivido en sus carnes. Después de completar sus estudios de Bellas Artes e Informática se dispuso a entrar por la puerta grande al mercado laboral. Corrían los años noventa, la burbuja puntocom todavía estaba inflándose, sus compañeros encontraban empleo debajo de las piedras. “Estuve siete meses sin conseguir trabajo, en un momento en que la tasa de desempleo era muy baja y la economía iba bien. Mentalmente fue muy difícil, fue un desafío para mi confianza”.
Fuera de lo profesional, coqueteó con otro fracaso que podría haberle costado su carrera. Un balonazo durante un partido de fútbol le provocó la pérdida de la visión de un ojo. Primer reto. El segundo fueron las cirugías a las que se sometió para recuperarla: cuatro en seis meses, y con un postoperatorio insufrible. “Pasada la operación tenía que mantener la cabeza gacha las 24 horas del día durante dos semanas”. Y así las cuatro veces: casi dos meses mirando al suelo. “Mi vista no se recuperó por completo, pero puedo hacer de todo. Si me comparo con el resto del mundo, especialmente con la gente no privilegiada, me siento muy afortunado. Cuando las cosas se ponen feas en el trabajo, pienso en ese accidente. Me enseñó la importancia del optimismo”.
De estas primeras derrotas y todas las posteriores aprendió que el fracaso más que una posibilidad, es una certeza. Ahora dirige Inamoto & Co, su propia firma de “invención de negocios y estudio de incubación”, y comparte su experiencia en ponencias a lo largo y ancho del planeta. A San Sebastián (País Vasco) le ha traído la última edición del festival C de C 2019.
¿Cambia el impacto del fracaso conforme avanza la carrera profesional?
Es distinto. A los 21 puedes ser tremendamente exitoso, como mucha gente en Silicon Valley. Algunos de ellos podrían ser genios. Tal vez otros son trabajadores, o talentosos, o suficientemente inteligentes como para alcanzar cierto éxito a una edad más temprana. Pero lo que no puede acelerarse es la sabiduría.
Eso viene con la experiencia, con los años que estás vivo en este planeta. Conforme he envejecido, me he vuelto mejor manejando el fracaso. Es algo que siempre va a ocurrir, la diferencia es cómo te recuperas.
¿Cómo acabó estudiando Bellas Artes e Informática?
En mi segundo año de universidad, los ordenadores empezaron a ser más accesibles para los estudiantes. Apareció Photoshop. Creo que era el primero, todavía estaba en blanco y negro, estaba muy limitado. Así que estaba muy interesado en el potencial de los ordenadores como herramienta artística, pero muy frustrado con sus limitaciones como medio de expresión.
En esa época conocí a John Maeda, un artista que estaba utilizando programación para diseñar, y me recomendó que aprendiese, así que estudié un segundo grado de Informática. Mi interés por el arte y la tecnología comenzó en mi adolescencia y creo que continúa en el trasfondo de lo que todo lo que hago.
¿Recomendaría su itinerario a quienes quieren seguir sus pasos?
Totalmente. Siempre ha sido mi ventaja personal. Y no fue fácil. A otros estudiantes de informática les resultaba mucho más fácil programar. Yo tuve que hacer un esfuerzo extra para ser tan bueno como ellos y nunca llegué a serlo, pero aprendí que somos mejores artistas y diseñadores si entendemos la tecnología que hay detrás, especialmente en el mundo actual.
En más de una ocasión ha comentado que ha empezado a detectar carencias en las habilidades de estudiantes que buscan su primer empleo en su firma.
A lo largo de la historia, la tecnología y las técnicas han estado en constante mejora. Antes tenías que ser un fotógrafo habilidoso para sacar una foto. Ahora cualquiera puede hacer una foto bastante decente. Lo bueno y lo malo de todo esto es que todo el mundo puede considerarse un fotógrafo casi profesional.
En términos de educación, el avance de la tecnología ha vuelto a todo el mundo casi experto. Por eso, es fácil para cualquiera ser bueno al 90%. Nos ha vuelto vagos. Y por eso hemos perdido el interés en cultivar nuestras habilidades.
Hace más de cinco años afirmó que la industria publicitaria debería aprender de Silicon Valley y viceversa. ¿Cree se ha producido este intercambio?
Sí y no. Creo que las dos industrias están atravesando una crisis de identidad. Madison Avenue (icónica avenida de Manhattan, identificada con la industria publicitaria) está sufriendo una suerte de crisis de los 50. Su existencia está amenazada por la tecnología, así que está intentando sobrevivir tomando lo mejor de otras industrias, como la tecnológica o la del entretenimiento. La ironía es que la publicidad es más necesaria que nunca. Hay más negocios que nunca. Pero también hay muchísima mala publicidad.
En el caso de Silicon Valley, parte de la crisis procede del desequilibrio que el avance tecnológico ha creado en la democracia digital. Uno de los papeles claves de la tecnología ha sido hacer accesibles para todo el mundo servicios que antes solo estaban al alcance de unos pocos. Ahora hemos llegado al punto en que algunas compañías se han vuelto demasiado avariciosas y manipulan los datos de modos que pueden influir negativamente en el mundo.
Y eso que solo querían “hacer del mundo un lugar mejor”…
Casi todas las compañías de Silicon Valley afirman que esta es su misión, pero al final del día sus motivos están demasiado contaminados por el dinero, los beneficios y cómo hacerse ricos. Tal vez no están tan interesados en mejorar el planeta o, incluso si de verdad quieren hacerlo, su plataforma ha hecho más daño del que habían imaginado.
¿Cómo encajan estas dos mitades en la filosofía de Inamoto & Co?
Cuando un potencial cliente acude a nosotros pidiéndonos publicidad, le decimos que no somos una agencia. Podríamos, pero hay otras cien agencias que también pueden. Ese no es nuestro objetivo.
Lo que queremos es descubrir qué es lo siguiente que debe hacer el cliente. No en los siguientes dos meses, sino en los próximos dos años. Intentamos encontrarles una oportunidad para aportar una solución y ser los mejores en lo que respecta a experiencia de cliente.
Fuente: Retina El Pais