En este mundo de contrastes y contradicciones, en donde todos tienen una opinión e intentan hacerla valer, pocas cosas existen que generen consenso Una de ellas considerar que la infraestructura de un país resulta un motor fundamental para impulsar el desarrollo, la prosperidad, el crecimiento.
Economistas, financieros, ejecutivos del sector público encargados de la planeación y ejecución de proyectos coinciden en que la inversión en infraestructura hará crecer el Producto Interno Bruto de manera sustancial e incrementará la competitividad. Es por eso que todos quienes tienen esas intenciones se enfocan en mejorar los ejes carreteros, las instalaciones marítimas y portuarias, los sistemas de agua y saneamiento, redes de transmisión y distribución de energía eléctrica, vías férreas, aeropuertos y otros.
Quizá la discrepancia ocurra en el modo de llevarlos a cabo o en la priorización de los proyectos, pero de que ahí es donde hay que invertir, no hay duda.
Sin embargo, estamos situados ante el umbral de un importante cambio de paradigma, y quien no lo entienda así y dirija sus acciones en ese sentido necesariamente quedará en el rezago y la obsolescencia. Hoy, el ecosistema de las infraestructuras tiene que insertarse lo más rápidamente posible en el mundo digital y conectarse entre sí al máximo nivel y de un modo inteligente, ya que esa es la única manera de que sirva de base a los nuevos modelos de negocio que tendrán el potencial de detonar el desarrollo sostenible en la economía de cualquier país.
Es necesario decirlo con claridad y contundencia: no habrá ninguna oportunidad de construir la infraestructura del futuro sin contar con una industria de las tecnologías de la información y las comunicaciones, y con infraestructura de energía eléctrica, que sean ambas modernas, bien desarrolladas y robustas.
Entre todos los tipos de infraestructura, lo que tiene que ver con energía se volvió estratégico y concentró la atención; y las TIC’s, que hasta hace poco ni se consideraban entre lo que tradicionalmente se conoce como infraestructura, adoptaron un papel preponderante y central como el cerebro organizador que conecta, enlaza, mueve y hace interactuar a todos los sectores, pero que en especial resulta primordial para asegurar un suministro confiable y suficiente de energía limpia, amigable con el ambiente, para impactar favorablemente y con la amplitud que se necesita dentro del ecosistema económico.
¿Cuáles proyectos deberían tener prioridad? Sin duda los de eficiencia energética; de abundante generación limpia, especialmente la distribuida; afianzar la infraestructura de las tecnologías de la información; acelerar la expansión de las redes 5G; comprometerse con una digitalización intensiva; fortalecer el Internet de las Cosas (IoT), una red de fibra óptica de gran escala, y acceso confiable a redes inalámbricas de alta velocidad.
Fuente: Novedades Yucatan