En Senegal, poco antes de las elecciones presidenciales, los medios recogen una noticia que acusa al candidato de la oposición más transgresor de recibir dinero de una petrolera británica. Casi en paralelo, un tenebroso vídeo asegura que el candidato opositor en Nigeria había comprado la paz con Boko Haram a cambio de tierras y petróleo. En Zimbabue, en las semanas previas a las elecciones de julio de 2018 un bulo llegó a afirmar que el principal opositor pensaba incluir en su gobierno a la antigua primera dama. Y hace casi dos años, coincidiendo con las elecciones presidenciales en Kenia, aparecieron webs que reproducían la apariencia de prestigiosos medios como la CNN o la BBC y eran auténticos órganos de desinformación. África sigue el curso de los tiempos: las noticias falsas han ido ganando protagonismo en las últimas citas electorales en el continente africano y preocupan por su capacidad para desestabilizar.
El caso más reciente senegalés muestra como esos bulos y rumores desbordan las redes sociales y servicios de mensajería instantánea, y llegan a los medios de comunicación para embadurnarlo todo como una marea viscosa, en uno de los momentos más críticos para la estabilidad social. A mediados de enero varios diarios senegaleses publicaban que Ousmane Sonko, uno de los candidatos de la oposición a las elecciones presidenciales previstas para finales de febrero, había recibido 195.000 dólares de una compañía petrolera británica. Curiosamente Sonko encaraba la carrera electoral como el candidato más renovador, el de los jóvenes, el azote de la corrupción y el que reclamaba revisar los contratos con compañías extranjeras para que la explotación del oro negro dejasen los beneficios en Senegal. La noticia resultó ser tan falsa como elaborada.
WhatsApp y las redes sociales difundían de manera desenfrenada un supuesto DNI francés del presidente saliente, poniendo en duda la nacionalidad del candidato; o el vídeo de una campaña social en el que famosos senegaleses apoyaban la lucha contra la violencia contra las mujeres y que había sido manipulado incluyendo una petición de voto para el presidente; o el documento de un pretendido programa, del que después nadie se responsabilizaba. Muchos de ellos eran bulos con apoyos visuales artesanales o hasta chapuceros, pero también algunos casos de complejas construcciones. En la historia sobre Sonko, los desconocidos impulsores llegaron a inventar un periodista extranjero que propuso un contenido a un periódico de Ghana y que, desde la prensa del país del Golfo de Guinea, llegó hasta los periódicos senegaleses. Es decir, una elaborada estrategia de desinformación.
AfricaCheck es la organización independiente de verificación de informaciones más consolidada del continente y tiene una oficina en Dakar, la capital senegalesa. Samba Dialimpa Badji está al frente de esa delegación y asegura que el escenario ha sido excepcional. “Hemos constatado que las informaciones falsas han ocupado una posición importante en estas elecciones, incluso desde antes del comienzo de la campaña.
Nos hemos encontrado con declaraciones o con documentos totalmente fabricados para desacreditar adversarios políticos”, explica el veterano periodista. “Desde el año 2000 cubro elecciones y esta es la primera campaña en que tenemos que prestar tanta atención a todo lo que todo el mundo escribe, incluso los medios convencionales”, añade. “No podemos estar seguros del impacto directo sobre el resultado de las elecciones, pero lo tienen sobre la percepción de los candidatos si esas informaciones no sé contrastan, sobre todo, entre los electores indecisos”, afirma.
Para Badji está claro que los equipos de campaña ha convertido la manipulación en un instrumento de comunicación política, desde las cifras manipuladas hasta los vídeos falsos, “todo tipo de productos de comunicación fabricados”, y por parte de todos los candidatos hay una “estrategia bien lubricada”. El redactor jefe de AfricaCheck en Dakar advierte que en el caso de las elecciones senegalesas “todo el ecosistema mediático está amenazado”.
El ex director de la escuela de periodismo de la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar (CESTI), Ibrahim Sarr, también considera que ese puede ser uno de los impactos más graves para la sociedad senegalesa. “Sería interesante saber cómo ha quedado la credibilidad de los medios después de estas elecciones con tanta presencia de falsas informaciones”, comenta Sarr recordando cómo, en otras citas electorales, los medios independientes habían sido los garantes y el símbolo de la buena salud de la democracia del país.
Valdez Onanina es un periodista de origen camerunés que desde hace tres años trabaja en la oficina de Dakar de AfricaCheck y asegura categórico que desde que se dedica a la verificación “nunca había visto tantas noticias falsas concentradas en un periodo concreto, tanta densidad”. “Esta campaña electoral está llamada a ser la de todos los récords de desinformación y noticias falsas. Entre 2012 (las anteriores presidenciales) y hoy el número de usuarios de las redes sociales se ha disparado. Hay más del 50 por ciento de senegaleses en Internet. La gente está muy conectada y todo lo que tiene que ver con la manipulación se dispara también, porque ocurre, sobre todo, en Internet”, comenta Onanina.
El delegado de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en Africa Occidental, Assane Diagne, es también un veterano de la verificación de informaciones y advierte que “una campaña con tanta presencia de informaciones falsas es un hecho inédito desde la independencia de Senegal”. Diagne llama la atención sobre el hecho de que este fenómeno de los bulos acostumbra a ir asociado a discursos de odio. “Las buenas informaciones han quedado sumergidas en la marea de informaciones falsas y en esa corriente el elector ya no sabe qué es falso y qué es verdad. Además, las informaciones falsas son sexys y son más virales que las verdaderas”, se lamenta el delegado de RSF. “La manipulación y las informaciones falsas existen desde que la gente hace política, la diferencia con Internet es la capacidad para difundirlas”, recuerda Diagne.
La experiencia de estas elecciones senegalesas muestra que WhatsApp ha sido el principal aliado de esa difusión de rumores. “A través de WhatsApp, los bulos se distribuyen más rápido”, explica Cheikh Fall, un referente del ciberactivismo senegalés, “porque vienen de un remitente conocido”. A modo de ejemplo, Fall muestra la cantidad de mensajes que le manda su propia madre. “Es una auténtica centinela, le llegan mensajes de advertencia y ella solo piensa en alertar a las personas que quiere, por eso los comparte. A veces se enfada cuando no los abro, porque dice que son importantes”, bromea el experto ciberactivista.
La sociedad senegalesa trata de aprender de un fenómeno que en gran medida se aprovecha de la explosión de Internet en los países africanos en los últimos años y de la inocencia y la falta de experiencia de los usuarios. Mamadou Ndiaye, jefe de estudios del CESTI, considera que los usuarios son cada vez más desconfiados y señala que la verificación de datos, el factcheck se ha introducido en el programa de estudios. El propio Samba Dialimpa Badji aplaude que algunos usuarios hagan pequeños ejercicios simples de verificación de los mensajes que se transmiten en las redes y que alerten de los posibles bulos a plataformas como AfricaCheck o AFP Factuel, que también tiene un delegado en Dakar. “Teniendo en cuenta el tamaño del reto, hacemos lo que podemos y nos gustaría poder hacer más y, sobre todo, que hubiese más actores que tuviesen esta rutina de verificación de informaciones”, comenta Badji.
Onanina recuerda que esa actividad de verificación es una “reclamación de rendición de cuentas a los dirigentes”. “Hay gobiernos que no soportan la crítica y eso es peligroso para la democracia pero es importante que sepan que hay un medio al que deben temer”, dice. Assane Diagne advierte que “la verificación es una reacción a las noticias falsas, pero no es suficiente para combatirlas”. Y como receta recomienda la extensión de esa práctica: “Necesitaríamos que en cada medio hubiese una célula de verificación. Los políticos están menos dispuestos a difundir informaciones falsas si saben que están siendo verificadas, porque eso les expone”. Y añade una segunda dimensión: “Entre todos tenemos que introducir, en la sociedad, la educación en el uso de los medios, desde las escuelas hasta los propios medios. La ciudadanía tiene que saber algunas cosas básicas para evitar que le manipulen, porque en África ni las autoridades, ni la ciudadanía, ni la prensa estaban preparadas para la evolución fulgurante de Internet”.
Fuente: Retina El Pais