Con la naturalidad de quien receta paracetamol, la voz al otro lado del teléfono me dice que por 200 pesos, la lectura de maíz que me ofrece es suficiente para saber la enfermedad que tengo. No se trata de un lugar de adivinación, ni siquiera de un recinto clandestino, se trata de una de las casas de medicina tradicional y herbolaria, promovidas por el gobierno de Ciudad de México que ofrecen temazcalli, cura de empacho, tronada de angina, y otros padecimientos constantes distinguibles en el marco de la medicina tradicional en México.
En una sesión de lectura de maíz, de aproximadamente media hora, la curandera me diría el mal que padezco, con ayuda del ritual mesoamericano que se basa en el análisis para encontrar patrones en granos de maíz dispuestos sobre la mesa.
Al doctor Alejandro Macias, especialista, consultor del tema del virus H1N1 cuando ocurrió su propagación en 2009 y miembro de tercer nivel del Sistema Nacional de Investigadores, se le nota en el tono de voz la molestia por que este tipo de tratamientos esté recibiendo apoyo gubernamental desde hace varios años ya. “La medicina no debe tener apellidos” dice. “La única medicina que debe estar sustentada por el erario, por el gasto público, es la que se sustenta en evidencias de utilidad“.
El apoyo que recibe la medicina tradicional en México tiene sustento en el impulso que a ella ha mostrado la Organización Mundial de la Salud, que incluso tiene un documento sobre la estrategia de apoyo a medicinas tradicionales y alternativas con objetivos fijados para 2023. El documento es, cuando menos, contradictorio. Simultáneamente impulsa la adopción de la medicina tradicional en los sistemas primarios de salud de los estados miembros de la ONU (México incluído), pero también exige que debe haber una forma segura y eficaz para su reglamentación de investigación.
La OMS abroga por la implementación de la medicina tradicional mediante “el fomento de su utilización basada en pruebas científicas“. Pero no todos están de acuerdo en lo que eso significa.
“A la medicina tradicional se le ve desde el menosprecio”
La doctora Claudia Ponce de León Hill, de la Unidad de Análisis Ambiental de la UNAM, usa la palabra “chamanes” para referirse a un sector de los terapeutas en medicina tradicional. Recula, unos instantes después, pues explica que a la palabra le rodea un aura de misticismo que es fácil menospreciar desde el punto de vista de la medicina alópata, u occidental. Es ella la que escribió un artículo hace años en Animal Político en donde asegura que hay millones de personas alrededor del mundo que recurren a la medicina tradicional, con razón.
Ponce de León se dice convencida de que el conocimiento empírico que tienen los “chamanes” es tan valioso como el conocimiento científico. De hecho, desde su punto de vista, la medicina tradicional debería de considerarse también como medicina científica, pues los curanderos, detalla, han llegado a determinar la efectividad de los elementos naturales que ocupan a través de la prueba, el error y la repetición. “Yo creo que los científicos nos hemos apropiado del término científico, pero yo creo que es conocimiento“.
No se trata solo de los científicos, ahonda, se trata de las farmacéuticas. “Yo creo que las farmacéuticas se han apropiado de qué es medicina, y la de ellas sí está probado de alguna manera porque hicieron estudios clínicos“. La OMS, aunque respalda la incorporación de la medicina tradicional a sistemas de salud base de los estados miembros, no estaría de acuerdo con la académica. Como parte de las medidas estratégicas, la OMS detalla que cada país debe, además de supervisar la seguridad de las medicinas tradicionales y alternativas, identifica datos probatorios, bien sea históricos, tradicionales o científicos, que respalden o invaliden una terapia dada.
Dicho así, la aprobación de la comunidad terapéutica no es equivalente a aprobación científica. La validez ya sea a través de sustento histórico o científico debe perseguirse.
En México, aunque hay mucha investigación sobre herbolaria, sobre mal de ojo, lectura de maíz, cura de empacho, malos aires, o limpias con huevo, no hay información científica que las respalde. Incluso, no queda claro si hay mecanismos de vigilancia sobre la aplicación que hay en cada una de estas terapias (consentidas e impulsadas desde gobierno de la ciudad), tal como lo establece la Organización Mundial de la Salud en su estrategia.
A la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI, por sus siglas) le fue solicitada una entrevista para tratar el tema de las clínicas terapéuticas, pero no hubo respuesta.
Bien puede ser que la OMS no concuerde con el atributo de científico que la doctora Ponce de León sí concede a la medicina tradicional, pero la organización es dubitativa en establecer los parámetros necesarios para definir qué medicinas tradicionales deben adoptarse. Aunque habla de necesidad de datos probatorios científicos, en otra parte del documento de la estrategia asegura que son “igual de valiosos” los métodos de investigación cualitativos sobre la eficacia de la medicina tradicional.
Este punto sí valida la postura de la doctora Ponce de León que asevera que “[el conocimiento de la medicina tradicional] es tan valioso como el que se hace en los grandes laboratorios tratando de identificar supermoléculas”.
Elevando la medicina tradicional
México es rico en una gran variedad de medicinas tradicionales, y las hay de lo más variopintas. En el libro Medicina Tradicional de México hay un capítulo completo a explicar sus conceptos y valores, elaborado por Isabel Lagarriga Atias, profesora titular del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ahí se ahondan sobre técnicas terapéuticas de la medicina tradicional, y se habla del soplido, el pellizcamiento, la lectura de cartas, caracoles y semillas (entra aquí la lectura de maíz de la que hablábamos al inicio), y las limpias con huevo de gallina.
Lagarriga explica que estos tratamientos están basados en conocimientos sobre enfermedades que pasan de generación a generación y que se fundamenta en ideas “culturalmente definidas, y no en conocimientos científicos. Entran en juego dentro de esta medicina, además de un extenso conocimiento herbolario, factores de tipo mágico“.
La académica ahonda en tratamientos. Detalla que en el estado de Morelos las limpias consisten en pasar un huevo de gallina por el enfermo, para luego romperlo. Dependiendo del ruido que se hace al romperlo se sabe si el disturbio se debe “a los Malos Aires“. Depositado el huevo en un vaso se analiza la forma y color de la yema y la clara, información que a un terapeuta especialista le es suficiente para saber cuál es la enfermedad. Si la yema tiene espuma la enfermedad es del corazón; si en la yema aparece algo de sangre la enfermedad sería de la matriz.
También está el pellizcamiento, que consiste en una serie de pellizcos en la flexión del codo de quien está enfermo, y se asegura que sería suficiente para regularizarle la presión. El soplido es otro que me ha llamado la atención, que consiste en arrojar desde la boca del terapeuta a la boca del paciente buches de alguna loción preparada, o bien, de humo de tabaco. En el tratamiento conocido como succión por otra parte el curandero en cuestión succiona con su boca algunas partes del cuerpo del paciente para así “extraer el mal“.
No todos los tratamientos se promueven por instancias gubernamentales en CDMX, pero la cura de empacho, susto y “tronar” las anginas sí. Incluso la SEPI ha dado talleres de técnicas de sobado como parte de su programa de Recuperación de la Medicina Tradicional y Herbolaria.
Para Mauricio Schwarz, periodista, investigador y divulgador de ciencia, estos son síntomas de que México tiene un divorcio con la ciencia. La frustración en su tono es evidente: “cómo es posible que se les diga a los sectores más reprimidos y menos privilegiados ‘regresa a aquella medicina con la que te morías a los 34 porque es muy bonita y gran sabiduría’“.
A lo que se refiere Schwarz es al drástico cambio de esperanza de vida entre el siglo XIX y XX. Hasta antes de los 1900 la esperanza de vida promedio era de no más de 31 años, mientras que ahora en el siglo XIX la esperanza de vida ya es en algunos países de más de 80 años, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.
El argumento es contundente: ¿si las medicinas tradicionales han estado con civilizaciones desde hace cientos y en algunos casos miles de años, cómo es que la esperanza de vida a nivel global vio su aumento más drástico desde que tenemos registros, hace 100 años?
“[La medicina tradicional] es un placebo cruel. Se trata de quedar bien con el indígena para hacer paternalismo solidario que al final lo victimiza”
Mauricio Schwarz
No es que ninguna medicina tradicional no funcione, es que en el momento en que su efectividad es probada, pasa a ser medicina alópata, añade Schwarz.
La tesis tendría sentido para el caso de las parteras. En México desde la Ley General de Salud se establece, en su artículo 64, que se debe fortalecer la “competencia técnica” de las parteras. Este sector es de los que más tiene interrelación con servicios de salud institucionales, aunque en todo momento se les cataloga como un servicio “no profesional”. Así lo define la guía para la autorización de parteras tradicionales de la Secretaría de Salud.
De acuerdo a la Organización Panamericana de Salud, 87% de servicios esenciales de atención requeridos por mujeres en labor de parto y recién nacidos pueden ser cubiertos por parteras con educación y reglamentación adecuadas. A diferencia de la gran mayoría de la medicina tradicional, aquí hay indicadores claros sobre qué puede y qué no puede hacer una partera; se establecen limitaciones, hay programas con normas internacionales estandarizadas, y sobre todo se establece abiertamente que es rentable invertir en parteras sobre todo en comunidades marginadas ante la escasez de un sistema de salud base. El papel de la partería sin embargo debería considerarse un paliativo, pues no es recomendable que sustituyan a clínicas y hospitales explica Macias.
El propio IMSS ha capacitado a 7,000 parteras rurales y la Universidad Nacional Autónoma de México ha estado involucrada en los programas.
Secretaría de Salud continúa impulsando programas de capacitación de parteras, en el entendido de que se está aprovechando el apartado de “autorización de personal no profesional para la prestación de servicios de obstetricia” definido en los artículos 102 y 114 del Reglamento de Ley General de Salud en Materia de Prestación de Servicios de Atención Médica. De acuerdo a la Secretaria, si todas las parteras tuvieran una formación y equipo adecuados, se podrían evitar hasta dos tercios de muertes maternas en el mundo.
La debacle de cómo adoptar la medicina tradicional
Hay muy poca información disponible sobre los programas de capacitación y sustento científico en torno a las casas de medicina tradicional de CDMX. Quienes trabajan ahí han podido incluso recibir “diplomados” diseñados por diversas instancias de gobierno de la ciudad; egresados de esos diplomados incluso sostienen que la medicina tradicional es una alternativa complementaria a padecimientos como el cáncer, aunque sí reiteran una y otra vez que los pacientes no deben dejar sus tratamientos convencionales.
El tema es revelador, porque demuestra el poco acuerdo que hay sobre cómo promover la medicina tradicional. No queda claro si debería ser solamente un método alternativo, asumiendo de entrada que su eficacia es dudosa; si debería fungir solo como terapia complementaria a la medicina convencional; o si bien en algunos “padecimientos” puede suplantar a la medicina convencional.
Lo último lo sugiere la guía de implantación hacia el Fortalecimiento de los Servicios de Salud con Medicina Tradicional, elaborado por Secretaría de Salud. Aunque, al igual que la OMS, hace hincapié en la necesidad de pruebas científicas contundentes para remedios de medicina tradicional, también se dice que males como el susto, mal de ojo y latido regado deben ser identificadas con claridad para que personal de salud pueda referir a pacientes que presenten sintomatologia, con terapeutas tradicionales.
La doctora Ponce de León, incluso con una postura a favor de la promoción de la medicina tradicional, no está de acuerdo. La académica sostiene que este tipo de padecimientos deben ser traducidas al lenguaje de medicina alópata. “Un mal de ojo probablemente no se refiera a lo que normalmente conocemos ‘que alguien te vea y te sientas mal’“. Dejar inmóviles ese tipo de definiciones contribuye al misticismo que rodea a la medicina tradicional que a su vez provoca distanciamiento de la medicina occidental, explica.
Peor ni Macias ni Schwarz están de acuerdo en que el “mal de ojo” tenga traducción en forma de una enfermedad para la medicina alópata.
“De repente se empezó a clasificar a la medicina tradicional como el enemigo número uno en México, porque no ha sido estudiada, como están pidiendo las farmacéuticas”.
Doctora Ponce de León
Macias no está frontalmente en contra de la adopción de la medicina tradicional en sistemas de salud. Se debe hacer porque, asegura, es una realidad que hay que aceptar. Pero desde el punto de vista del especialista, se trata de una opción para que quienes acuden tengan alternativas para que se integren a la medicina.
Pero el problema es que esa postura, de acuerdo a la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed, por su siglas), significa “subestimar a la medicina tradicional“. Al igual que la guía de implementación en México, y que la postura de la SEPI, la Conamed presenta pocas dudas sobre la efectividad de medicinas tradicionales. Uno de sus boletines en 2017 incluso se refiere a “rituales indígenas” como “prácticas curativas“.
El mismo boletín del ente gubernamental presenta un cuadro de las diez enfermedades más comunes en medicina tradicional.
La adopción de recursos propios de la medicina tradicional a la medicina alópata tiene un caso interesante en la herbolaria. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) reconoce la existencia de remedios herbolarios, pero también la de medicamentos herbolarios, con base en la Ley General de Salud. La Ley distingue que los medicamentos herbolarios son aquellos que utilicen un material vegetal y que, presentados en forma farmacéutica, su eficacia terapéutica ha sido confirmada.
Por otro lado, los remedios herbolarios se ponen a la altura de suplementos alimenticios, que no deben ser publicitados o promovidos como medicamentos, “o a los cuales se les haya atribuido cualidades o efectos terapéuticos, presentándolos como una solución definitiva en el tratamiento preventivo o rehabilitatorio de un determinado padecimiento” se lee en el texto.
La ley en este sentido está totalmente alineada a la expresión de Schwarz sobre cómo un remedio se convierte en medicina, y a la postura de Macias cuando reconoce que “mucha medicina proviene de las plantas“. “Yo no estoy negando la realidad (…) pero primero tiene que sustentar su función farmacológica y luego su dosificación. Toda sustancia que tiene efecto terapéutico debe tener una dosis, si es muy poca no funciona, si es demasiada puede provocar intoxicación“.
Pero el tratar de explicar cada sustancia activa por separado es un gran problema para la medicina tradicional dice Ponce de León. “Mi gran problema con la medicina de patente es que se estudia el principio activo, se aísla, y se quiere hacer una pastillita con eso, no funciona así, siempre se necesita de los otros compuestos“. Dicho de otra forma, remedios con multitud de elementos provenientes de vegetales y animales deben ser estudiados en su conjunto, para demostrar su efectividad.
Eso es imposible, dice Macias. “Cómo sabemos que una infusión de un remedio herbolario dado en puños ‘póngale tanto, póngale una cucharada, una pizca, lo que le cabe en una mano’ y qué tal que eso le puede dejar a usted un daño permanente. Simplemente porque sea una tradición cultural debemos aceptarlo por algún miramiento? No, la medicina en el siglo XXI debe estar sustentada en la mejor evidencia disponible“.
Mientras tanto, la Cofepris ha organizado fotos en torno a regulaciones sanitarias de medicina tradicional y herbolaria. Aunque no eleva los remedios herbolarios a medicamentos, sí promueve figuras como la Naturopatía, y el reconocimiento de especialidades en medicina alternativa y tradicional como “técnico asesor herbolario”, “coach nutricional” y “psicoterapeuta humanista”.
Institutos generales de medicina tradicionales, las iniciativas
Con un apoyo a la medicina tradicional tan sistematizado en México, no es de sorprender que haya pasado por el Congreso la idea de crear un instituto, con patrimonio e identidad propia, como organismo regente de las medicinas tradicionales. La iniciativa más reciente en el Congreso Federal se presentó en 2018, y se sustenta en la estrategia de la OMS, la Ley General de Salud (que a partir del 2006 promueve el desarrollo de la medicina tradicional indígena) y la Constitución del país.
La iniciativa presentada por la Senadora Lucía Virginia Meza Guzmán, de Morena, detalla en la exposición de motivos que la medicina indígena tradicional ha sido víctima de intentos de aprovechamiento e integración. Menciona la validación de la homeopatía a través de la creación del Instituto Homeopático Mexicano que fue autorizado por el gobierno de Benito Juárez, y de su incorporación al Instituto Politécnico Nacional, en donde se fundó la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía.
El documento plantea la creación de la Ley del Instituto Nacional de Medicinas Tradicionales y Alternativas, el ente que, dentro del sector salud, se encargaría al mismo tiempo de la investigación, educación, prestación de servicios de atención, y divulgación en medicinas alternativas y tradicionales.
Más allá de la discusión sobre la validez o no de la medicina tradicional, el cómo adoptarla, la estrategia de la OMS, o los temas del sistema de parteras y la herbolaria, que el mismo ente se encargue tanto de la investigación crítica, como de la divulgación, promoción y hasta prestación de servicios, presenta un potencial conflicto de interés, cuanto más si el rector del instituto debe tener al menos cinco años de experiencia profesional en el campo de las Medicinas Tradicionales y Alternativas según lo indica la misma iniciativa.
“Es como si tuviéramos el Instituto Nacional del Tarot” dice Macias. “[Dirían] que tenemos que respetarlo porque es apropiación cultural o tenemos que respetar las tradiciones, y aunque usted diga que el tarot no debe estar sustentado por el erario, el tarot le gusta a la gente y hay que rescatar las tradiciones“.
Schwarz coincide con el asunto del potencial conflicto de interés. Añade que en un ensayo clínico o cualquier proceso de investigación respetable los conflictos de intereses deben revelarse.
En CDMX en 2019 el Congreso local conoció otra propuesta de Ley para crear un Instituto de Medicinas Tradicionales y Alternativas para la capital de México. La propuesta fue hecha por a la diputada Gabriela Quiroga, quien fue contactada para una entrevista sobre la propuesta, pero no hubo respuesta. La propuesta es similar a la presentada a nivel nacional, otorga atribuciones de investigación científica aplicada; creación de clínicas y hospitales de medicina tradicional; promoción de fotos, seminarios y conferencias; análisis de problemáticas en medicinas tradicionales; y establecimiento de laboratorios, talleres y fábricas en todo el país para la producción de medicamentos en medicinas tradicionales.
“La creación de ese instituto al final no se traduce en nada” dice la doctora Ponce de León. “A lo único que se traduce es que en algún momento si se ve que hay alguna planta que tenga algún ingrediente activo que sea interesante para las farmacéuticas, ese ingrediente se lo van a apropiar“, añade.
Fuente:
Oscar Steve, O. S. (2020, 29 enero). Medicina tradicional en Mexico: entre pseudociencia, magia, cultura y charlatanería. Recuperado 30 enero, 2020, de https://www.xataka.com.mx/medicina-y-salud/mal-ojo-tronada-angina-empacho-padecimientos-oficiales-mexico-charlataneria-medicina-tradicional