La comunicación entre jefe y empleado es todavía una barrera que nadie sabe muy bien cómo sortear. En los casos en que hay un intercambio de ideas sano, hay una relación de confianza de base que permite a las dos partes pedir lo que necesitan de forma asertiva. Pero son los menos. Normalmente los trabajadores notan un muro difícil de franquear que hace que no sepan cómo expresar sus necesidades a sus superiores. Pero incluso cuando esa comunicación está directamente relacionada con las tareas diarias resulta difícil afrontarla.
Las ideas que ponen en tela de juicio el statu quo pero son constructivas pueden desempeñar un papel fundamental en la mejora de la eficacia organizativa. A pesar de eso, los jefes son reticentes a escucharlas y aplicarlas, según el análisis de la investigación realizada hasta la fecha. Tradicionalmente, se ha establecido que los jefes no hacen mucho caso de las propuestas de los empleados porque van a lo suyo o tienen problemas más importantes de los que preocuparse. Pero un metaanálisis realizado por investigadores de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) aporta información nueva que, junto a investigaciones anteriores, puede ayudar a conformar una imagen más completa sobre las complejas relaciones entre jefe y empleado.
Esta investigación señala que los jefes piden más opiniones cuando sienten que la situación está bajo su control directo (y no el de otros superiores) y cuando están trabajando para conseguir objetivos a largo plazo. Las propuestas de los empleados normalmente exigen cambios a corto plazo que verán su resultado en el largo plazo. Pero el peso de los resultados del día a día hace que sea complicado apostar por unos resultados que tardarán tiempo en llegar. A no ser que su visión también esté puesta en ese momento del futuro.
Los jefes “a menudo trabajan en entornos que no les dan autonomía para cambiar las cosas. Experimentan estructuras de decisión centralizadas, en las que la autoridad se encuentra en la parte superior de la jerarquía, y son simplemente ‘intermediarios”, asegura en HBR Vijaya Venkataramani, al frente del equipo de investigación y experta en redes organizacionales, creatividad de los empleados y liderazgo. “Incluso cuando están facultados para actuar, aún deben mostrar éxito a corto plazo. Bajo tales circunstancias, incluso los gerentes mejor intencionados probablemente eviten solicitar ideas de los empleados”. Estas conclusiones se unen a investigaciones anteriores que aportan explicaciones complementarias a esta dificultad de comunicación.
- Los jefes no siempre promueven las ideas de los empleados
El propósito de este estudio, llevado a cabo por la Universidad de Nueva York, fue arrojar luz sobre los tipos de problemas que los empleados se resisten a plantear a sus jefes. También buscaba identificar por qué a veces deciden permanecer en silencio en lugar de expresar sus preocupaciones. La razón más frecuentemente mencionada fue el temor de ser vistos o etiquetados negativamente y, como consecuencia, dañar las relaciones profesionales. A partir de los datos recogidos, los investigadores diseñaron un modelo para visualizar cómo las implicaciones de comunicarse con sus jefes podían quitar la capacidad que tenían los empleados de influir en su entorno laboral.
- Ignoran activamente las peticiones de sus trabajadores
Una vez superado el temor inicial, también puede suceder que las propuestas de los empleados sean rechazadas proactivamente por sus jefes. En un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Aberdeen, en Esocia, se lee que la comunicación informal de los empleados hacia sus superiores estaba prácticamente ausente porque sus peticiones eran habitualmente ignoradas. Además, también encontró que los altos cargos no eran conscientes de la situación, que no estaban dispuestos a esforzarse por entenderlo y que desalentaron la comunicación con sus empleados.
- Actúan de forma que desanima a los empleados a hablar
En una investigación desarrollada en colaboración entre la Universidad de Virginia y la Universidad de Texas, encontraron que hay dos razones clave por las que los empleados prefieren guardar silencio. Los jefes se comportan de tal forma que desaniman a que los demás se comuniquen abiertamente con ellos por dos motivos: el miedo a las consecuencias (vergüenza, aislamiento, calificaciones de bajo rendimiento, promociones perdidas e incluso despido) y una sensación de inutilidad (la creencia de que decir algo no hacer una diferencia).
Fuente: Retina El Pais