En Francia los estudiantes menores de 15 años no podrán utilizar los móviles en el colegio. Así lo dicta una nueva ley aprobada en verano y que se pone en marcha con la entrada del nuevo curso académico.
Las clases que empiezan ahora en los colegios e institutos franceses tendrán una peculiaridad en comparación con las impartidas en los años anteriores. No existirán teléfonos móviles en las aulas para los menores de 15 años. Ni en ellas ni en los recreos ni en la comida. Una nueva ley ha prohibido el uso de estos dispositivos de forma categórica.
La norma se aprobó el pasado mes de julio y entró en vigor en agosto, pero es ahora, en septiembre, con el inicio del nuevo curso académico cuando entrará verdaderamente en efecto. La legislación prohíbe que los alumnos menores de 15 años utilicen en los colegios cualquier tipo de teléfono móvil.
El país ya tenía legislación que impedía el uso de los móviles en las clases, pero ahora la medida se ha extendido al recreo y las comidas. La nueva norma ha nacido bajo la preocupación de que los jóvenes se vuelvan demasiado dependientes de sus smartphones. Esto junto al miedo de que estos dispositivos contribuyan a su distracción han motivado el cambio legal.
La ley no dice nada al respecto de cómo cada escuela debe garantizar que no se usan móviles en su perímetro. Cada colegio tendrá libertad para asegurar que la norma se cumple. Lo que queda claro es que los estudiantes deberán llegar sus smartphones en casa, en sus taquillas o hundidos en sus bolsillos. Únicamente se harán excepciones con alumnos con discapacidades, que necesiten de los móviles como una herramienta para su aprendizaje o para desenvolverse.
A partir de los 15 años la prohibición se levante, aunque la legislación ofrece libertad a las escuelas para aplicarla a los alumnos que superen esta edad. Se trata de un enfoque radical respecto a la inacción que se ha mantenido en otros países, pero llega en un momento justo.
El discurso contra el uso excesivo de los smartphones y los servicios de Internet lleva años coleando. Pero algunos escándalos, como el de Facebook con Cambridge Analytica o las acusaciones de manipulación en las elecciones de Estados Unidos o el Brexit, que también salpican a Google y a Twitter, han recrudecido el debate. Incluso estos gigantes de la tecnología han reaccionado a las críticas y han creado mecanismos dentro de sus plataformas para que el usuario pueda controlar mejor el tiempo que pasa en ellas.
La llamada economía de la atención, con la que Google y Facebook han construido sus imperios, pero por la que también compiten todas las aplicaciones de nuestro smartphone y, en general, cualquier página web que visitemos, ha llevado a los ingenieros y diseñadores a inventar fórmulas para que los usuarios pasen más tiempo en sus aplicaciones e interactúen más. Las distracciones que esto propicia han servido como guía para implantar esta prohibición en Francia.