La enfermedad se llama nomofobia y es posible que usted también la padezca. Según la infinita Wikipedia, “es el miedo irracional a permanecer un intervalo de tiempo sin el teléfono móvil”. De acuerdo con el primer estudio que el servicio postal británico hizo de ella, ya en el año 2008 afectaba a un 53% de los usuarios, con una ansiedad similar a la del día del dentista.
Para aliviar los síntomas y hacer dinero mientras tanto, los emprendedores Laura Lozano y Héctor M. Morell idearon en 2016 Chargy, una startup que a cambio de una breve encuesta regala la carga del móvil a los clientes de bares, hoteles, tiendas y hasta bancos. Como dice Lozano, “antes las empresas interactuaban con su público activando los hotspot de wifi, pero como cada vez tenemos más datos y hasta vemos Netflix con el móvil, la gente ya no necesita el wifi”.
La idea funcionó. O eso parece. De las cuatro personas que a principios de 2017 formaban el equipo han pasado a 11 hoy, con implantación en más de 40 países y un listado de premios y nominaciones que incluye el Yuzz del Banco Santander y el más reciente de la Asociación de Mujeres Empresarias de Madrid.
Pensando en mesas de bares, Lozano y Morell comenzaron con cargadores inalámbricos pero pronto ofrecieron pequeños cargadores portátiles para incorporar entre sus usuarios a los menos estáticos clientes de tiendas y espectáculos. En todos los casos, el usuario de Chargy devuelve el favor de los electrones gratis respondiendo un breve cuestionario. “La gente no está dispuesta a meter su tarjeta de crédito y pagar por cargar la batería, pero sí a responder una encuesta sobre la marca, o sobre lo que está pasando en tiempo real, como por ejemplo qué canción quieren escuchar a continuación o en qué tipo de vaso les gusta más tomar el refresco”, explica Lozano en una entrevista telefónica con EL PAÍS Retina.
Los bares, supermercados y tiendas a la calle tienen mucha menos información sobre sus clientes de carne y hueso que las páginas de Internet, alimentadas por un ejército de cookies. Pero hacerle preguntas al consumidor no es la única forma de saber en qué está pensando. En Francia, la startup Angus.ai usa las imágenes tomadas por las cámaras de supermercados, librerías, o tiendas de lujo para identificar ceños fruncidos (entre otras expresiones faciales) y mandar a un amable dependiente cada vez que se frustra un cliente. Pero hasta los vídeos suenan a tecnología antigua al lado del producto desarrollado por la danesa iMotions, que viste a los clientes de los supermercados (a cambio de alguna ventaja comercial) con gorras y dispositivos capaces de detectar la actividad cerebral y los cambios en las pupilas ante estímulos atractivos.
Según un informe del informe del semanario The Economist, nuestros teléfonos también tienen información útil para las tiendas de ladrillo y cemento: “Capturar de forma inalámbrica los datos de los acelerómetros en los teléfonos inteligentes puede servir para entender cuándo un cliente queda fascinado por algo (por lo general, detiene su movimiento) o cuándo está preocupado por el precio (el teléfono es alzado una y otra vez para buscar productos más baratos online)”.
Y es que el problema de las encuestas no es solo que todos tratamos de parecer más racionales de lo que en verdad somos, sino que en muchas ocasiones mentimos descaracademente. Algo que según Lozano sólo ocurre cuando a la gente “no le dan nada a cambio”: “Pero aquí yo te estoy dando algo que necesitas muchísimo y te estoy pidiendo algo muy inferior, tres segundos de tu tiempo y te voy a dar batería para que estés toda la tarde conectado”.
Chargy instala equipos de carga inalámbrica y portátil pero se presenta como una empresa de marketing digital porque “ser una startup de hardware es muy problemático, con componentes que vienen de todo el mundo”. Ellos diseñan los equipos pero han externalizado la fabricación con empresas de España, “por la comodidad, por la comunicación, y porque es más sostenible desde el punto de vista ecológico”: “Además, somos una emprea española y queremos que la economía española tire para arriba”.
El premio en el concurso Yuzz del Santander en 2016 incluyó un viaje a Silicon Valley donde el proyecto de Chargy quedó entre los 10 seleccionados para la gran final. Según Lozano, aunque no ganaran el premio principal el viaje fue muy valioso para la formación de la startup. “Conseguí que los directivos de grandes empresas nos hicieran caso, que nos preguntaron qué nos hacía falta y nos pusieran en contacto con personas maestras en cada uno de los aspectos del negocio, gente que te decía por aquí no vayan y gente que te presentaba a posibles clientes, grandes cuentas”.
Por ahí terminó llegando el dinero que no había aparecido en la final de Silicon Valley, cuando uno de sus clientes les presentó al fondo mexicano Avalancha Ventures, que en junio de este año puso 400.000 euros. Entre sus clientes figuran Estrella Galicia, los restaurantes de Kentucky Fried Chicken y la cadena Hilton.
Según Lozano, además de los contactos cultivados en Silicon Valley, el crecimiento se ha debido a la insistencia y a los concursos. “Al principio, me cansé de coger el teléfono y que no me hicieran caso, pero en cuanto empezamos a ganar premios y a aparecer en medios, ya les sonaba nuestro nombre y no te cerraban la puerta; yo vengo de una familia de funcionarios así que no tenía ningún contacto en el sector; esto ha sido mucho de ir a todas las conferencias y perder la vergüenza para presentarte; el no ya lo tienes, y si vas con educación, te escuchan”.
Fuente:
Francisco de Zárate, F. Z. (2019, 12 diciembre). Carga mi móvil y te diré lo que pienso: en busca de las emociones del consumidor ‘offline’. Recuperado 12 diciembre, 2019, de https://retina.elpais.com/retina/2019/12/11/innovacion/1576067501_088723.html