Con el objetivo de conservar el conocimiento agrícola generado por generaciones pasadas y conjuntarlo con nuevas tecnologías para un mayor aprovechamiento del campo, una mexicana en la universidad de Wageningen, Holanda, realiza su doctorado en el que, a partir un enfoque científico- social, analiza las políticas públicas implementadas durante los últimos años en el sector agrario a fin de proponer soluciones que aporten al desarrollo económico de México.
Tania Eulalia Martínez Cruz, quien pertenece a un grupo llamado “conocimiento, tecnología e innovación”, explicó que su trabajo de investigación está dividido en dos vertientes para explorar procesos de inclusión y exclusión social en proyectos agrícolas. La primera parte, acerca de prácticas de manejo de suelo, consiste en el análisis de políticas públicas cambiantes en cada sexenio de gobierno durante los últimos 30 años, las cuales han afectado distintos proyectos que giran alrededor de la agricultura de conservación.
¿Hasta qué punto la política pública que se diseña para el campo del país es incluyente en todas sus realidades?
En México existe diversidad en realidades agrícolas y la tecnología que se implementa en cada una de ellas debe de ser ajustada y adaptada a necesidades particulares.
En otras palabras, hay proyectos que se han desarrollado en diversos lugares del país y que con el paso de los años han recibido distintos nombres. En ellos, han estado involucrados distintos científicos, agricultores y técnicos; sin embargo, los resultados son distintos en cada zona en que se han implementado, ya que en algunos sitios la tecnología empleada no se arraigó, mientras que en otros sí, a pesar de los retos que han tenido los agricultores.
“Este escenario es el resultado de una política pública intermitente, en el que las propuestas no necesariamente se han dejado surtir efecto tras el tiempo de implementación. Sería ideal que los trabajos fueran a largo plazo y no cambiaran cada seis años, ya que los resultados no son de un día para otro”, subrayó Martínez Cruz.
Por ello, su investigación tiene un interés particular en analizar los procesos de inclusión y exclusión para proyectos agrícolas y se trata de entender ¿Por qué sí?, ¿Por qué no? y para quién funcionan o no estos proyectos y tecnologías. El interés es generar retroalimentación de cómo generar proyectos más incluyentes.
¿Semillas de híbridas o nativas?
La segunda parte del trabajo de Martínez Cruz es en torno a los maíces. Y es que al buscar una “seguridad alimentaria” para el país, se han generado semillas híbridas que producen mayores frutos, resisten sequía y mejoran rendimiento. No obstante, estos productos requieren ciertas condiciones que van desde fertilizantes, riegos y un manejo especial, que en muchos casos requiere una mayor inversión económica para su desarrollo.
La mexicana destacó que históricamente la mayoría de los programas agrícolas en México han sido enfocados para dicha producción híbrida de maíz, y que se ha descuidado la otra realidad, en la que se cultiva el maíz nativo no necesariamente como una mercancía, sino como parte fundamental de los modos de vida de las familias campesinas. Estos alimentos están adaptados a ambientes particulares y tienen un significado socio-cultural para agricultores.
Ejemplo de ello es la forma tradicional de siembra de los campesinos, en la que sus maíces se han transmitido por generaciones y se han adaptado a contextos naturales, además de ser parte de la riqueza biológica. Pueblos indígenas han sido los guardianes de este tesoro biológico y cultural.
Aunado a ello, para trabajar semillas modificadas se utiliza una técnica de monocultivo, en donde sólo se aprovecha una planta, a diferencia de la forma tradicional, en la que los agricultores utilizan milpa, y en ellas se siembra frijol, calabaza, maíz, chile y quelites, que le garantizan una forma de vida y alimentación.
En la política agrícola de México no se consideran las realidades campesinas mencionadas, y se enfoca más en la agricultura productivista. Por lo que los científicos y las leyes requieren tomar en cuenta las formas tradicionales de cultivo para una producción de calidad que no sea tan cara para los agricultores, acotó la egresada de la Universidad Autónoma de Chapingo.
Finalmente, la oaxaqueña llamó al gobierno a generar políticas públicas incluyentes y a los mexicanos a tener una responsabilidad en un consumo local que puede impulsar el campo mexicano.
Fuente: Agencia ID