Los que padecen diabetes de tipo 1, incapaces de producir la hormona insulina, han de vigilar sus niveles de glucosa (azúcar) en sangre. La hiperglucemia crónica, consecuencia de la carencia de insulina, provoca daños nerviosos y orgánicos; la hipoglucemia, por contra, crisis convulsivas o incluso la muerte. El tratamiento de referencia consiste en un glucómetro continuo (sensor insertado bajo la piel), una bomba de insulina (dispositivo portátil y programable que administra distintos volúmenes de insulina), y mucho ensayo y error por parte del usuario, porque el glucómetro y la bomba no están conectados. Los investigadores han estado trabajando para facilitar las cosas a los pacientes e integrar y automatizar todo el proceso. El resultado final, el páncreas artificial, es un sistema que determina casi en el acto cuánta insulina precisa el cuerpo y suministra esa cantidad automáticamente.
“El páncreas artificial nos permitirá gozar de una vida casi normal hasta que haya cura”, afirma Kelly Dunkling Reilly, enfermera y educadora de la diabetes que participó en calidad de paciente en un reciente estudio clínico con el páncreas iLet de Beta Bionics, empresa con sede en Boston. “Por primera vez en mis 24 años con diabetes, he practicado ejercicio cuando he querido y he atendido a mis pacientes sin el temor constante de la hipoglucemia.” Tras más de una década de desarrollo, varios modelos de páncreas artificial han iniciado las últimas fases antes de la comercialización.
En junio, el fabricante de dispositivos médicos Medtronic presentó una solicitud de autorización de precomercialización ante la Agencia Federal de Fármacos y Alimentos de EE.UU. de un “sistema en bucle cerrado híbrido”, una bomba de insulina que analiza los datos suministrados por un glucómetro continuo y ajusta automáticamente la dosis de insulina. El usuario aún tendría que indicar las dosis de insulina a la hora de comer. En mayo concluyó un estudio con 124 diabéticos que usaron el aparato de Medtronic, el cual demostró que el sistema es seguro y que el cálculo autónomo de las dosis es fiable.
A principios de año se puso en marcha uno de los mayores ensayos clínicos hasta la fecha, con 240 pacientes de EE.UU. y Europa. Dirigido por investigadores de las universidades de Virginia y Harvard, junto con un consorcio de organizaciones, el estudio pondrá a prueba la seguridad y la eficacia de un sistema que integra una bomba de insulina, un glucómetro continuo y un teléfono inteligente. Este último contiene un algoritmo que analiza los valores de la glucemia y envía órdenes a la bomba para que suministre la dosis adecuada de insulina. Se analizarán dos algoritmos distintos.
Beta Bionics está concibiendo un dispositivo que suministre tanto insulina como glucagón, la hormona que eleva los niveles de azúcar en la sangre. Con los datos aportados continuamente por el glucómetro, su algoritmo decide la hormona que hay que suministrar y en qué cantidad. “El uso de la insulina y del glucagón refuerza el control del nivel de azúcar en la sangre”, explica su presidente ejecutivo Edward Damiano. Este prevé iniciar los ensayos clínicos a mediados de 2017. Una versión provista únicamente de insulina podría recibir el visto bueno en 2018.
Fuente: investigacionyciencia.es