Una emprendedora irlandesa creó el pegamento que ‘lo puede arreglar todo’, desde goteras o un cable de iPhone hasta una prótesis. Sugru, producto que se hizo viral en Youtube, puede ser el adhesivo que no sabías que necesitabas.
Se puede arreglar una estatua rota, reparar un cable de iPhone desgastado, colocarle añadidos al mango de hule de un cuchillo de cocina, hacer que encajen mejor esos audífonos Bose, arreglar las goteras de un barco, y hasta crear una prótesis para la pata de una gallinita. Así es que, ¿de qué producto estamos hablando?
Es Sugru y se está pregonando como el producto que usted no sabía que necesitaba, hasta que lo necesitó.
Sugru es un pegamento moldeable. Tiene aspecto de plastilina Play Doh, se le puede dar forma alrededor de cualquier objeto, se adhiere a casi cualquier material, es a prueba de agua, resistente al calor y se seca en 24 horas con un acabado de silicona elástica. Su capacidad para pegarse a prácticamente cualquier superficie (madera, vidrio, metales y cerámica, entre otras) y su naturaleza moldeable, lo hacen inusual en el mundo de los adhesivos, selladores y pegamentos.
Una emprendedora rilandesa creó el pegamento que ‘lo puede arreglar todo’, desde arreglar goteras o un cable de iPhone hasta ayudar a crear una prótesis para la pata de una gallina. Sugru, producto que se hizo viral en youtube, puede ser el adhesivo que no sabías que necesitabas.
“Quería diseñar algo que fuera tan fácil y tan divertido de usar que más gente consideraría volver a arreglar las cosas”, comentó Jane Ni Dhulchaointigh, la emprendedora irlandesa detrás de Sugru. El nombre lo tomó de la palabra irlandesa “sugradh”, que significa jugar.
Bridget Grunst, una compradora en la corporación de tiendas Target, admite que era escéptica antes de conocer al equipo de Sugru en otoño del 2014. Después de todo, Target ya manejaba más de 40 pegamentos tan sólo en su sección de mejoras en el hogar.
“¿Puse los ojos en blanco? Sí”, dijo riendo. “Quiero decir, el pegamento no es la categoría más innovadora que haya”. Sin embargo, todo eso cambió cuando Grunst se reunió con el equipo de Sugru y observó asombrada la diversidad de formas, tanto prácticas como creativas, en las que se podría usar el pegamento. La reparación del cargador del iPhone fue el factor decisivo.
“Tengo cables desgastados en mi casa y es una forma única de arreglarlos en comparación con salir a comprar otro cargador de 50 dólares”, dijo Grunst. El acabado elástico y flexible de Sugru permite que se reparen los cables del cargador, lo cual no es posible hacer con los superpegamentos por su acabado duro como la piedra, notó.
A Grunst también le gustó la naturaleza moldeable de Sugru, con su capacidad para llenar huecos, remplazar partes rotas de aparatos o reconstruir la manija rota de un grifo de cocina. Otros pegamentos, a menudo, líquidos y en aerosol, no lo hacen, señaló.
Que Ni Dhulchaointigh desarrollara un producto como Sugru no habría sido fácil de pronosticar.
Ni Dhulchaointigh nació en Kilkenny, Irlanda, en 1979, creció en una granja, donde su padre John trabajaba como labriego, y su madre Eilis era maestra. Cuando chica, tuvo una inclinación artística y hacía pinturas y esculturas. Obtuvo un título en bellas artes por el Colegio Nacional de Arte y Diseño de Dublín en el 2001, y una maestría en diseño de productos por el Real Colegio de Arte en Londres, en el 2004.
Fue en la universidad que empezó a experimentar con barro, sellantes de silicona y otros materiales para hacer esculturas. Los llevaba a su casa y, pronto empezó a darles un uso doméstico, envolviendo los mangos de los cuchillos con masilla para poderlos sostener mejor, usándola para arreglar el tapón del fregadero de la cocina, colocándola como un “pie” de hule a la parte de debajo de una computadora portátil y aplicándola para reparar la oreja de un pocillo. Su novio, James Carrigan, quien ahora es su esposo, se dio cuenta de sus ingeniosas reparaciones y le sugirió que tratara de comercializar el pegamento.
Cuando mostró el prototipo en una exhibición de diseño de productos de estudiantes en el 2004, la respuesta fue abrumadora, contó. “Las dos principales preguntas fueron: ‘¿Cuánto cuesta?’ y ‘¿Dónde puedo compararlo’”, dijo. Supo que tenía un éxito potencial.
Se movió con rapidez en el 2005 con una subvención de 50 mil dólares de la firma británica de investigación Nesta y en el 2006 con una inversión del fondo de riesgo Lacomp por 500 mil dólares en acciones.
Ni Dhulchaointigh introdujo a un socio de negocios, Roger Ashby, y contrató a dos científicos que trabajaron en Dow Corning como consultores para que ayudaran a construir el prototipo. Se llevó cinco años, 5 mil experimentos y 8 mil horas de laboratorio perfeccionar y patentar la fórmula.
En ese momento, ya había golpeado la recesión y el financiamiento era casi inexistente para comercializar el producto entre los minoristas. “Hicimos la presentación ante casi 100 inversionistas”, sin ninguna suerte, contó. Finalmente, un inversionista privado aportó 150 mil dólares, muchísimo menos de lo que necesitábamos.
Así es que en el 2009, tomó la ruta de los medios sociales y envió muestras a docenas de blogueros en tecnología, con la creencia de que si veían su papel potencial en la reparación de equipo de tecnología informática, lo promoverían. Funcionó la estrategia. “Se hizo viral”, contó Ni Dhulchaointigh. Cuando la compañía presentó su sitio web en diciembre del 2009, los mil paquetes, los que se llevó dos meses hacer a mano, se agotaron en seis horas. Se vendieron 2 mil más por pedido. “Fue increíble; cambió todo”.
“Los inversionistas estaban leyendo sobre nosotros por todo internet y empezaron a acercarse a nosotros preguntando que qué podían hacer para ayudar”, contó. La revista Time colocó a Sugru junto a la iPad, como uno de los 50 principales inventos del 2010.
Las ventas llegaron a 5.5 millones de dólares en el 2015, en comparación con 3.4 millones de dólares en el 2014 y 250 mil dólares en su primer años, en el 2010. Ni Dhulchaointigh espera ventas por más de 10 millones de dólares este año y de 60 millones de dólares para el 2020.
Ahora se vende en línea a más de 160 países y por medio de 19 minoristas tradicionales en 6 mil 50 tiendas de cuatro países.
Ni Dhulchaointigh dijo que se puede meter al Sugru en la lavadora de ropa o en la de trastes, e, incluso, empaparlo en agua de mar.
No obstante, Sugru tiene sus limitaciones: su vida útil es de 13 meses y una vez abierto el empaque, debe usarse en 24 horas. No puede competir con productos para los que se promueve su poder de adhesión, en cuyos anuncios aparece un hombre colgando del casco pegado a una viga de acero. Sugru sostiene hasta unos 1.8 kilogramos.
Sugru ha atraído a ávidos seguidores que han publicado miles de videos en YouTube y en el sitio web de la empresa, donde tratan de aventajarse los unos a los otros en cuanto a quién puede encontrar el uso más innovador para el pegamento.
Un motociclista usó Sugru para montar una cámara en su casco y luego salió a andar por las vías rápidas filmando sus recorridos.
Y, también, está la gallina. Cuando un zorro atacó a la gallina mascota en la casa de una familia en Cork, Irlanda, el ave perdió una pata. Así es que el dueño, un ingeniero retirado, construyó una prótesis de fibra de vidrio y usó Sugru para añadirle dedos de pollo.