Era cuestión de tiempo. Tras gafas, lentillas, wearables de todo tipo y hasta tatuajes, la siguiente barrera es esa: integrar la tecnología dentro de nuestro cuerpo y nuestro cerebro. Hemos hablado de grupos y laboratorios que llevan años trabajando este tema, la noticia ahora es que Silicon Valley ha puesto sus ojos (y su brutal capacidad de financiación y atracción de talento) en ello. Y van en serio.
Kernel, por ejemplo, es una pequeña empresa empeñada en construir un chip implantable que ayude a personas con daño neurológico de cualquier tipo. En un primer momento porque, en el futuro, buscan aumentar la inteligencia, la memoria y otras funciones cognitivas. ¿Ciencia ficción, hype startupil o de verdad estamos más cerca de esto de lo que pensamos?
El cerebro cyborg
Aunque los implantes neuronales suenan como algo futurista, en realidad no lo son. El primer implante coclear (un pequeño transductor que transforma señales acústicas en estímulos eléctricos para el nervio auditivo) se puso en 1972 y ya ayuda a casi medio millón de personas en todo el mundo. Como podemos ver no son unos recién llegados.
Además, durante los últimos años, se han hecho pruebas con retinas artificiales y se está experimentando con electrodos implantados para facilitar la integración y uso de prótesis robóticas. Por otro lado, Rob Rennaker de la University of Texas-Dallas, desarrolla desde 2013 un microchip que ayuda en la rehabilitación tras infartos y traumatismos con resultados realmente sorprendentes. Y es quevivimos toda una revolución silenciosa.
Tengo un chip en el cerebro
Pero si queremos irnos a la vanguardia de la implantología neural, tenemos que buscar a Theodore Berger. El profesor Berger es bioingeniero y dirige el Centro de Ingeniería Neural de la Universidad del Sur de California. La MIT Technology Review lo define como “un neurocientífico inconformista” aunque muchos lo han tachado de excéntrico o incluso de loco. Él es la pata científica del proyecto deKernel aunque su trabajo y su reputación vienen de lejos.
En 1953, el norteamericano H.M. fue al hospital para tratarse de forma quirúrgica los terribles episodios epilépticos que sufría. En el quirófano, por accidente, le extirparon el hipocampo con la inesperada consecuencia de que perdió la capacidad de generar nuevos recuerdos. Berger lleva estudiando el funcionamiento de las neuronas del hipocampo casi desde entonces. Ya en 1976, consiguió junto con otros dos investigadores encontrar (y eliminar) el “punto” del cerebro gracias al que aprendemos asociativamente.
Pero el problema no estaba (ni está) en destruir funciones, sino en crearlas y potenciarlas. Berger ha dedicado más de dos décadas trabajando en la creación de pequeños implantes electrónicos para ayudar a personas con problemas neurológicos. En teoría, gracias a estos implantes, que imitan el funcionamiento normal de las neuronas, se pueden recordar experiencias y conocimientos que habíamos olvidado.
Lo interesante es que hace años que dejó de ser una cuestión teórica: los primeros experimentos significativos llegaron a mitad de la década de los dosmil. Berger y sus colaboradores demostraron que podían crear recuerdos en ratones y que, además, podían ayudar a un grupo de monos a recuperar recuerdos a largo plazo. Pasos increíblemente prometedores pero que no dejan de estar muy lejos de llegar a los pacientes.
¿Neuron valley?
Aquí es donde entra Bryan Johnson y los 800 millones de dólares que sacó de la venta de Braintree a Paypal. Johnson está decidido a llevar las ideas de Berger a la práctica y, como él mismo explicó al Washington Post, “no tiene prisa”. Aunque tampoco puede demorarse demasiado.
En el fondo, Kernel no deja de ser otra de las iniciativas con las que el mundo tecnológico de Silicon Valley trata de dominar el futuro de la biotecnología. Grandes actores como Y-Combinator, Andreessen Horowitz, el Founders Fund de Peter Thiel o Khosla Ventures están tomando posiciones. Y las grandes (Alphabet, IBM, Microsoft o Apple) estánacaparando todo el talento que pueden.
Nadie tiene claro cual será el nuevo gran sector, pero proyectos gubernamentales como el Human Brain Project o la BRAIN initiative quieren que esta década sea la década del cerebro. Y, pese a todos los problemas que puede suponer la llegada de la lógica de Silicon Valley a la biotecnología, los recursos y el talento que se ponen sobre la mesa son demasiado atractivos como para dejar pasar la oportunidad. Hay muchas razones para creer que antes de 2025 los cíborgs estarán ya entre nosotros.