Esther Pintado resume la situación que vive a diario desde que el 14 de marzo España entrara en estado de alarma. “¡Sobrevivimos como podemos!”, exclama. Es profesora de Primaria del CEIPSO Salvador Dalí de Fuenlabrada; y es que la educación también recorre el terreno desconocido de una cuarentena impuesta por la crisis del coronavirus, que ha dejado en sus casas a 10 millones de alumnos –850 en todo el mundo, según el último recuento de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco)–. “Esta situación nos ha trastocado por completo. No solo por lo que supone para el sistema, sino porque hay que pensar en el después”, anticipa Gonzalo García, coordinador de tecnología para el aprendizaje en SEK Atlántico. Detrás de sus comentarios, el mismo problema: la enseñanza online.
Los centros educativos, de un día para otro, echaron el cierre presencial. Comenzaba la era a distancia. Pero aquí cada colegio, instituto, universidad y Comunidad Autónoma es un mundo particular. Ni todos están igual de digitalizados, la legislación es dispar y cada Consejería ha emprendido su propio camino. “Hay muchas diferencias porque las Administraciones envían mensajes diferentes. En Cataluña se pide no avanzar temario y otras han optado por una estrategia diferente”, explica Marta Cervera, directora comercial Snappet España. Y no será por posibilidades tecnológicas. Google, Microsoft, Snappet, BlinkLearning, YouTube, WhatsApp… un sinfín de empresas que buscan que las aulas sean innovadoras. Lo mismo podemos colgar material didáctico que corregir ejercicios e impartir clase virtualmente.
Para los más avezados, como en el colegio de García, el cambio ha sido menos dramático. Como comenta, todos se conectan en el mismo horario que tenían y mantienen más o menos la rutina previa, aunque sea por teleconferencia generalmente. “Tenemos una plataforma educativa y otra de gestión donde intercambiamos materiales, recogemos las tareas, damos feedback y calificamos a los chavales. Montamos actividades planificadas para cada semana. Hasta seguimos teniendo tutorías”, añade. Algo similar sucede en el colegio Las Chapas. Su directora, Cristina Sánchez, sostiene que la nueva situación no les ha golpeado en exceso. “Desde hace tiempo trabajamos la competencia digital de estudiantes y docentes. Esto nos ha ayudado, aunque ahora hemos desarrollado más cosas a marchas forzadas”, precisa.
Unas marchas forzadas menos digitales para la gran mayoría de centros de enseñanza obligatoria. El correo electrónico ha sido la plataforma estrella. Una herramienta con la que mantener la comunicación con las familias y alumnos y controlar el desempeño académico en estos días. “Se trata de que haya una facilidad de acceso para todos. Ahora no puedes crear un portal de la nada”, zanja Pintado. Con este sistema tan elemental, los profesores preparan emails a diario en los que especifican la tarea. En algunos casos implicará que los estudiantes adjunten alguna foto u otro archivo complementario. En todo este hilo de mensajes, los padres pueden expresar si han visto con dificultades a sus hijos y resolver las dudas que tengan. El punto final del día suele venir de la mano de los comentarios finales de los maestros.
Un arrebato de solidaridad
Como en otros tantos sectores, la solidaridad se ha apoderado de la educación. Las Comunidades y el ministerio han abierto sus portales –en Madrid, por ejemplo, ha permanecido varios días caído al duplicar el tráfico habitual–, las editoriales han habilitado licencias y todo el contenido digital disponible y las redes sociales se han convertido en un repositorio de actividades y clases online bajo el #DocentesEnCasa y #TuClaseEnCasa. Con la idea de evitar la detención en seco del sistema, la buena voluntad de todos los implicados ha abierto un abanico casi inimaginable. “No nos encontramos solo ante un reto tecnológico, sino que quizás sea más importante el reto cultural y metodológico que implica. La clave está en que hay que preparar a los profesores y formarlos, evitar su escepticismo”, matiza Belén Gancedo, directora de Educación de Microsoft en España.
Por si este puzzle tan complejo no contara con suficientes piezas, la enseñanza rural y aquellas familias con menos recursos incrementan la dificultad de mantener las escuelas “abiertas”. García lo vive de primera mano. Parte de su alumnado proviene de la costa gallega y aldeas interiores. Asegura que todos ellos, hasta hace poco más de una semana, podían conectarse sin problemas y tener a mano los recursos necesarios. “Es imposible que tengan una clase virtual si apenas les llega una señal 3G o si no tienen una impresora en el domicilio”, destaca. Pintado comparte esta percepción. En su caso, no puede permitirse que sus estudiantes dejen de trabajar a diario: “Hacemos lo que podemos para que nadie se quede descolgado”.
Las características de esta odisea educativa tiene visos de mutar ligeramente si la cuarentena comienza a prolongarse. El coordinador de tecnología para el aprendizaje en SEK Atlántico prevé que, si llegan a acostumbrarse a esta nueva vida, en breves será más complicado mantener su atención y motivación. “Mantener su atención va a ser más complicado, en especial si repiten lo mismo una y otra vez. Las herramientas tampoco son infinitas”, lamenta. Por el momento, nadie se atreve a especificar una fecha de vuelta al cole. La adaptación es la norma que impera en este sálvase quien pueda. “Al final esto va de que todos sigamos avanzando. Si para que no pierdan la rutina necesito grabar un vídeo de retos de zumba, lo haré”, concluye Pintado.
Fuente:
Jorge G. García, J. G. G. (2020, 22 marzo). La odisea de la educación online impuesta por el coronavirus. Recuperado 23 marzo, 2020, de https://retina.elpais.com/retina/2020/03/22/innovacion/1584868868_589467.html