El propósito del pintor Omar Zurita en su exposición Headphones es cuestionar el papel de la tecnología en la sociedad actual; él dice que rompió su zona de confort como artista al ir creando las obras y con ello busca romper también el confort visual del espectador. Headphones se exhibe en la Galería Klandestina, ubicada Campeche 151 en la Roma Sur hasta el 23 de julio.
—Curiosamente, hablando con un periodista de otros temas, él mencionó que artefactos como el celular separa a las personas. Esa idea también guía tu exposición. Sí, claro. Los audífonos, cuando nos los ponemos y comenzamos a caminar, hacen como si la gente desapareciera. La exposición tiene que ver con la deshumanización; la tecnología, el Internet, por ejemplo, es nuestra gran aliada, pero no la hemos usado como deberíamos.
Las redes pueden ser nuestro gran enemigo.
—Sí, en lugar de acercarnos la tecnología nos ha separado. La referencia que haces al sexo la entiendo como una manera de volvernos a acercar. Me han preguntado que por qué hago hincapié en decir las cosas por su nombre. De chicos nos enseñaron a decir no “vagina”, sino, digamos, “florecita”; no podíamos decir “pene” sino “palito”, ¿no? Y desde ahí viene esa neblina que nos ha venido confundiendo hasta llegar a pensar que un teléfono de tal marca nos hace mejores personas.
—Tu propuesta entonces es la oposición del cuerpo a la máquina. Creo que debemos recuperar los valores que nos formaron; tiene que ver con la relación con el otro como ser humano, no a través de la tecnología, porque ahora te comunicas con un correo electrónico y ya no hay contacto. Se va rompiendo ese calor al ver al otro y nos hemos vuelto digitales, que tiene que ver con una frialdad.
—Una de las pinturas que puede impresionar más es la de la mujer a la que le han extirpado un seno. ¿Qué sentido le das? Para mí es que tenemos que mostrarnos como somos. Estamos inmersos en que si te operas el cuerpo, la nariz nos mostramos de una manera que no somos. Nos hemos creado como una gran mentira. Vemos gente en las redes y leemos que son una gran persona, pero no sabemos si en realidad todo eso no es más que una farsa. Se nos ha impuesto una imagen de perfección.
Fuente: Milenio