Luke Bannister, de 15 años, ha construido el aparato con el que ha ganado el título de campeón mundial de carreras de drones
Cuando a Luke Bannister le pidieron que dijera unas palabras en la presentación de una de las ferias de drones más grandes de Europa se tomó la orden al pie de la letra: “Es genial estar aquí. ¡Increíble!”, dijo con los pulgares hacia arriba. Fue todo el discurso que pronunció después de que le bajaran el micrófono a poco más de un metro. Luke (Taunton, Reino Unido, 2000) tiene solo 15 años, pero ya se ha convertido en campeón del mundo de carreras de drones. Se alzó con el título en Dubai el pasado febrero y desde entonces no deja de agolpar las cámaras allá donde va. La última vez fue como anfitrión de Expodrónica, el evento de drones profesionales que se celebrará en septiembre en Zaragoza. ¿Le agobia tanta expectación? “Qué va, está bien. Ya empiezo a acostumbrarme”, dice tranquilo vestido con la camiseta de su equipo, el Tornado XBlades, con el que ha compartido el premio de un millón de dólares que ganó en el último campeonato.
“Manejar un dron es como si estuvieras sentado en un avión, puedes ver lo que él ve, tú estás en el dron”
La causa por la que este muchacho lanzado del suroeste de Reino Unido ha conseguido convertirse en el piloto más rápido del mundo responde a una sola palabra: pasión. Pasión por volar y pasión por la tecnología que le permite volar. Luke monta y prepara al detalle cada dron con el que compite en cada carrera. “Suelo cambiar muchísimo dedron y también cambio las partes que lo componen porque son lo más importante. Tienes que elegir un chasis [la estructura del aparato] y darle una configuración con la que te sientas cómodo para controlar el dron”, explica. Es él quien elige tanto cada parte del aparato como la combinación. “Por ejemplo, en los motores me fijo en la potencia que tienen y en cuánto tiempo tardan en alcanzar determinada velocidad”.
“Los drones pueden parecer muy complicados por fuera, pero son muy simples en realidad”, empieza para después detallar pasito a paso, con la emoción de quien tiene 15 años y con la tranquilidad de quien sabe de lo que habla aunque tenga 15 años, cuáles son esas partes que modifica. Están las baterías, los motores, los reguladores de velocidad (ESC, por sus siglas en inglés) y, “lo más importante”, el controlador de vuelo, un aparato que Luke se queda en la mano mientras su dron cruza el cielo. “Con el controlador manejas los motores, el ESC… todo. Cuando tú aprietas aquí o así, el dron va hacia ahí. Además, el dron lleva una cámara y un transmisor que envía el vídeo a las gafas que llevo puestas así puede ver por dónde va”, señala con gestos rápidos. “Manejar un dron es como si estuvieras sentado en un avión, puedes ver lo que el dron ve, tú estás en el dron”.
Luke no necesita mirar hacia arriba para saber por dónde va su dron. Él se queda sentado en el suelo con la cabeza gacha, las gafas puestas. No lo ve, pero lo oye. Oye cómo rasga sin parar el cielo. Las cámaras son incapaces de captar el pequeño aparato que Luke maneja. Casi cabe en su palma de niño y cuando alza el vuelo se vuelve imperceptible. Las miradas lo buscan siguiendo el sonido zumbón que emiten sus cuatro motores, sus cuatro palas. Con ellas, Luke es capaz de hacer que gire sin parar sobre sí mismo, que cruce de lado a lado una nave de 800 metros en unos segundos, que acelere, que descienda, que suba. “Lo que más me gusta es el freestyle[estilo libre] y las carreras”, dice. “Me gusta hacer las dos porque ambas me ayudan a mejorar como piloto. Para ser bueno tengo que aprender las dos habilidades”.
Nadie le ha enseñado a manejar el dron. YouTube e Internet han sido sus profesores, han hecho solos el trabajo. “Tú te enseñas a ti mismo a volar. Empiezas a ver vídeos en YouTube, vas viendo cómo lo están haciendo los demás y vas aprendiendo los trucos”, señala, aunque reconoce que llevaba mucho tiempo manejando pequeños aviones. Solo ha pasado año y medio desde que empezó a sentarse frente al ordenador a ver a profesionales pilotar. Ahora es él quien se ha convertido en el mejor de ellos.
Combina este trabajo con los estudios, pero reconoce que pasa casi todo el día dedicándose al dron: volando, reaparando, probando cosas nuevas o buscando información en Internet. “Es que con él me siento como si tuviera la libertad de volar como un pájaro. Puedes volar súper rápido, súper bajo, volar alto o volar entre árboles…”. ¿El futuro? “Me gustaría ser piloto de grandes aviones o ingeniero. Lo que sea pero relacionado con volar. Ojalá esto se convierta en un trabajo del que pueda vivir”.