Estos días oiremos hablar mucho de 5G. Es un término del que se han apropiado distintos sectores, sobre todo el de las operadoras de telefonía, pero también la automoción, los distribuidores de contenido para el entretenimiento e incluso alguna que otra industria. Cada nueva palabra relacionada con la tecnología suele terminar usándose comercialmente para proyectar capacidad de innovación, modernidad e incluso prestigio.
Sin embargo, este uso comercial puede diluir el significado del concepto, y quizás muchos de los que se refieren a él no tienen claro su abasto y magnitud. Para los no entendidos me gustaría hacer una analogía de lo que significa la evolución de la tecnología de comunicación actual a la denominada 5G. Podríamos compararlo muy simplemente de pasar de calles adoquinadas a calles asfaltadas, o pasar de carreteras de un solo carril a autopistas de cuatro.
De esta manera, 5G se refiere a la actualización y evolución de las infraestructuras de comunicación y de red para poder soportar mayor cantidad de tráfico, más dispositivos conectados y más velocidad. Como usuarios percibiremos esta mejora en las redes de acceso. Nuestro teléfono móvil tendrá una conexión de datos de mayor capacidad y velocidad, o bien porque en nuestras casas podremos contratar conexiones de fibra de varios gigabits por segundo.
Sin embargo, el mayor impacto del cambio que 5G propone no es en el acceso, sino que es en la infraestructura de la red que no vemos. Para poder soportar las mejoras a los usuarios y a la vez absorber el tráfico de nuevos dispositivos conectados a la red (por ejemplo, los vehículos, los animales de compañía, la sensórica de la industria, etc.) se hace necesario cambiar el modelo de gestión y estructura de la red, permitiendo escalar la infraestructura de forma más sencilla y con costes menores.
Por este motivo son fundamentales dos conceptos sobre los que pivota este cambio. El primero es la virtualización, como símil al cloud computing. Así, los elementos de red ser virtualizarán, es decir, computadores de propósito general ejecutarán un software que permitirá emular cualquier dispositivo (por ejemplo, un router, un switch o un firewall). La virtualización permite escalado de la infraestructura a un coste mucho menor.
En segundo término, la softwarización de los elementos y gestión de la red. Las funciones de red, dejan de ser estáticas y ligadas a una tecnología hardware. Ahora, de forma dinámica se podrá programar la red para que dé respuesta a necesidades particulares. La red en sí pasa a ser dinámica y optimizada para cubrir las necesidades en términos de capacidad, velocidad y robusteza que decida la aplicación que las usa. Esto permitirá por ejemplo que los sistemas de seguridad de los vehículos tomen decisiones en base a información que obtienen en tiempo real.
Estos cambios tecnológicos tan significativos serán adoptados por los operadores de telefonía, que son los gestores y proveedores de esta infraestructura. No son, sin embargo, los únicos participantes de este cambio. Sin aplicaciones que requieran esta capacidad, la revolución pierde sentido y es por eso que el término 5G es disputado o más bien compartido comercialmente por estos distintos sectores. Los que menos hablan, sin embargo, son los que desarrollan las tecnologías que lo van a permitir, muchos de ellos, comités de estandarización como la ETSI, la IEEE el 3GPP y la IETF.
Fuente: Retina El Pais