Expertos en robótica de China, Alemania y Canadá compiten con sus androides en un concurso internacional de magia en el IROS 2018
“Puedo leerte la mente”, “la magia existe”, “sé en qué carta estás pensando”. Estas son frases que cualquier espectador podría escuchar en un show de magia dentro de un teatro. En esta ocasión también las pronuncian magos. Y algunos incluso llevan chisteras. Pero no son de carne y hueso, sino que sus cuerpos están formados por motores, procesadores y sensores. Son robots que participan en el Humanoid Robot Application Challenge, una competición de magia de robots humanoides que ha tenido lugar este jueves en Madrid en el IROS 2018 (la conferencia internacional sobre robots y sistemas inteligentes, por sus siglas en inglés).
Robinion es el robot ganador del torneo. Tiene seis años, mide 85 centímetros y pesa siete kilos y medio. Su ojo —que es una cámara frontal—, su sonrisa y su pajarita de rayas amarillas y negras cautivan al público desde el momento en el que empieza el espectáculo. “Buenos días a todos. Mirad lo que pasa si usas las mismas piezas durante seis años. Ahora las articulaciones de mis hombros y de mis rodillas crujen”, afirma en inglés con una voz robótica mientras flexiona sus piernas.
Su truco consiste en meter una canica dentro de una botella cerrada sin abrirla. Detrás de él, está Jaeskik Jeong, un hombre de 34 años de la Universidad Nacional Normal de Taiwan, que asiste a Robinion en el truco. Es uno de los 17 aficionados a la robótica que han acudido al congreso de robots más grande del mundo para competir en este torneo. Entre los participantes, también hay representantes universidades de China, Alemania y Canadá. “Hay siete equipos. Los más jóvenes tienen 26 años y están haciendo un máster, pero la mayoría son más mayores y ya están con el doctorado”, cuenta Iván Riaño Salamanca, un colombiano que ha acude al torneo con la Universidad de Ciencias Aplicadas de Ostfalia, en Alemania.
Riaño forma parte de uno de los dos equipos apuntados a la competición que finalmente no han podido participar. Su robot se llama Hans, participa habitualmente en la Robocopa y estaba previsto que hiciera un truco en el que adivina en qué mano esconde una moneda un voluntario. “Es un robot que nos permite trabajar en la parte mecánica, electrónica y de hardware. Como tienes tres facetas, puedes tener un error en cualquiera de ellas”, explica. En esta ocasión uno de los motores del brazo de Hans no funciona: “Eso hace que el código que enviamos por software no le llegue al motor. Hay que solucionar la parte mecánica para hacer que la parte de programación funcione”.
“Al hacer trucos de magia el resultado final no es tan interesante como el proceso que hay en la mitad”, afirma Riaño. En ese proceso, el objetivo es llamar la atención del espectador: “Es una forma de ver cómo hacemos para que tú como persona que no está en directo contacto con un robot sientas interés”.
Magia e investigación
El coordinador de la competición y profesor en la Universidad Nacional Normal de Taiwan, Jacky Baltes, afirma que la magia es un buen método para hacer investigaciones con las que entender cómo funciona la atención humana y hacer más hábiles a los robots: “La magia incluye una gran cantidad de retos en los que los robots no son muy buenos por el momento como manipular pequeños objetos rápido y con precisión. Por ejemplo, ningún robot humanoide es capaz de barajar cartas”.
Este es el tercer año en el que se celebra el Humanoid Robot Application Challenge. El primer premio es un robot y el segundo, una mano robótica para trabajar con manipulación. Los participantes, según Baltes, han mejorado notablemente frente a ediciones anteriores. “Cada vez se esfuerzan más por entretener al público y ya realizan una función de magia de verdad, no solo hacen trucos sino también cuentan historias”. Los jueces del concurso evalúan la dificultad técnica del truco, los objetos que se necesitan para hacer la demostración y la interacción con el público.
Los participantes interactúan con sus robots continuamente.. “Tanto la comunicación verbal como la no verbal son muy importantes para llamar la atención del público”, afirma Jeehyun, la mujer que ha diseñado a Robinion. Mientras tanto, su pareja habla con el robot ante la atenta mirada del jurado y le coloca una botella en la mano izquierda. Después, le pone una canica en la derecha. Robinion deja caer la canica, que aparentemente atraviesa el tapón de la botella y cae en su interior. El público aplaude entusiasmado y Jaeskik le da la botella a los jueces para que comprueben que la bolita está dentro. Mientras examinan la botella, Robinion les pide que tengan cuidado de no romperla. “Es la botella más importante de mi vida”, afirma ante las risas de los espectadores.
MÁS DE CINCO AÑOS PARA HACER UN ROBOT
Los robots que participan en la competición tienen mucho trabajo por detrás. “Son proyectos que pueden demorarse más de cinco años”, cuenta Riaño. A la hora de construir el robot, los participantes también se encuentran con obstáculos. “Por ejemplo, hacer que reconozca las formas o los objetos es difícil cuando hay un cambio de luz”, explica Jaeskik.
Swetty es un robot humanoide que mide 170 metros y pesa 28 kilogramos. Sus creadores, cinco jóvenes de la universidad de Offenburg (Alemania), llevan tres años trabajando con él. “Lo entrenamos cogiendo vasos. Que un robot aprenda a hacer esto es útil para la humanidad. Nosotros practicamos con magia en vez de hacer un robot que solo coja y saque botellas de un frigorífico”, afirma Maximilian Giessler, uno de sus creadores.
Fuente: El País