Quienes nacimos a mediados del siglo XX podemos recordar muchas revoluciones, sin referirnos a las armadas como la cubana, sino a cambios radicales en la tecnología. Frente a nuestros ojos pasó la conquista del espacio y la llegada a la Luna justo hace 50 años.
Recordamos en la década de los sesenta la aparición de la televisión a color y la inauguración de la banda de FM. Alrededor de la mesa familiar tratábamos de sintonizar un radio en el 99.9 con una fidelidad ampliada.
Lo mismo sucedió con la televisión a color que pretendíamos ver en las Olimpiadas del 68. Los avances siguieron en los setenta con el arribo de las calculadoras electrónicas y las computadoras de mesa. En los 80 llegaron las PC que cambiaron la forma de llevar los negocios; aceleraron la velocidad de aprendizaje en las universidades y abrieron la frontera del Internet.
Recuerdo el día en que Octavio Obregón, destacado físico teórico e investigador de primera línea, preguntó si ya había ingresado a Internet. Había una vaga idea de lo que era cuando el primer navegador llamado “Mosaic” permitía acceder a la red. Fue en San Francisco donde vi el primer anuncio con el www.xyz.com en 1996.
Igual sucedió en 1989 o 1990 cuando vi el primer celular en funcionamiento; un agente de bienes raíces marcaba desde su auto el teléfono anunciado en una casa en venta. Son como flashes que marcaron la memoria.
Lo mismo pasó la primera ocasión en que vi “molinos” productores de electricidad con hélices del tamaño del ala de un 747. Qué decir de los campos con “granjas” de celdas solares. En 1982 pude ver en Detroit los incipientes robots que soldaban las carrocerías de los Dodge modelo K.
Pero todo lo visto no se asemeja a lo que viene o lo que ya está aquí. Hace unos días vi en León autos eléctricos Tesla del modelo 3 y una camioneta del modelo X. Otra sorpresa no menos grande fue saber que una compañía de California había comprado 20 aviones eléctricos para dar servicio interurbano rápido entre decenas de aeropuertos municipales de ese estado. El costo de operación baja en 80%.
Si bien el alcance no es parecido a los de pistones o turbinas, en Noruega planean que en 20 años ya no habrá vuelos domésticos con aviones de pistón o de turbina. Hoy ya usamos paneles solares para alimentar nuestras casas y pronto serán tan populares como los calentadores solares y nada podrá hacer la CFE para evitarlo.
En alguna ocasión hace dos décadas escribí que imaginaba pequeñas turbinas de gas para producir electricidad por comunidades, colonias o para empresas medianas y grandes. Todo ante la estupidez de las leyes que prohibían a los particulares producir y comercializar electricidad.
La tecnología existe pero queda superada por la eficiencia creciente de los paneles solares que han disminuido su precio y aumentado su potencia en forma geométrica.
El futuro es eléctrico y de motores con celdas de hidrógeno; el futuro viene en la nueva banda de 5G para el Internet de las cosas, de los utensilios y los vehículos autónomos. Lo interesante es que las revoluciones tecnológicas dan mayor poder al ciudadano y contradicen la idea de que un gobierno central puede con todo.
Fuente:
Enrique Gómez Orozco, E. G. O. (2019, 26 agosto). Tecnología y libertad. Recuperado 27 agosto, 2019, de https://www.am.com.mx/opinion/Tecnologia-y-libertad-Primera-parte-20190826-0005.htm