La transformación o transición digital es el nuevo mantra o lema de las escuelas de negocio, de los seminarios de actualización empresarial y de los gurús de la gestión de las organizaciones. Se trata, como en anteriores saltos, de imponer el punto de vista de las grandes corporaciones multinacionales en el desarrollo de las nuevas herramientas que la ciencia pone al servicio de la sociedad.
Si analizamos los contenidos y conferenciantes de esos foros se detecta un sesgo capitalista y neoliberal impregnado de puntos de vista mayoritariamente masculinos por la baja presencia femenina en las carreras relacionadas con las tecnologías. Tampoco es frecuente encontrarse en estas actividades formativas con políticos, sindicalistas o científicos sociales que planteen opciones humanistas, inclusivas o igualitarias a la hora de implantar avances disruptivos.
El progreso científico y tecnológico acelera los cambios económicos y sociales que se traducen en una mayor desigualdad en la mayoría de los países. Falta un liderazgo político, social y económico que promueva un cambio cultural que transforme las actitudes y los comportamientos individuales y comunitarios para hacer frente a la presión de las multinacionales tecnológicas y sus armas de distracción masiva.
Nuestras élites dirigentes tienen mucha más prisa en la digitalización, la robotización y en la industria 4.0 que en la economía baja en carbono y la economía circular. No basta con la alfabetización mediática o la divulgación ecológica, hay que promover con urgencia una agenda alternativa de prioridades basada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS), en la descarbonización de la economía y en un nuevo modelo que pivote sobre el decrecimiento del Norte y el crecimiento del Sur.
Un modelo que integre una visión ecofeminista y pacifista que afronte con eficacia la emergencia climática y la desbordada desigualdad. El diseño de nuestro futuro individual y colectivo debe ser un trabajo compartido entre todos los sectores de la sociedad.
Fuente: El Plural