La quinta generación de telefonía móvil (la 5G) ya comenzó una nueva revolución en las comunicaciones. Ahora la conexión entre dispositivos podrá ser entre millones y la velocidad hasta 250 veces mayor que la 4G, los vehículos autónomos o la cirugía a distancia serán asuntos de rutina. Habrá un salto gigantesco en la inteligencia artificial y el internet de las cosas. Los expertos advierten que cambiarán los modelos de negocio, la expectativa de vida y las relaciones internacionales.
La 5G tiene tal importancia que tensó la geopolítica mundial y en particular las relaciones entre Estados Unidos y China, líderes en las nuevas tecnologías. El veto estadounidense a Huawei, el mayor proveedor de redes 5G del mundo, se fundamenta en la sospecha de que el fabricante chino diseña sus redes bajo control del Gobierno y el Ejército comunista, con capas ocultas que le permiten espiar (o controlar) las comunicaciones del mundo, sea un país, una empresa, una entidad o una persona.
Para un mundo extraordinariamente conectado, con el “Gran hermano” consolidado, tenemos que prepararnos. Si nos quejamos de la poca independencia que nos deja la tecnología de hoy, de las aplicaciones que aparecen a diario, de la invasión del big data, lo que se viene es más sofisticado y a niveles inimaginables.
Por ejemplo, ya existen desarrollos que permitirán ver un partido de fútbol desde la sala de la casa como si se estuviera en el estadio. Se puede escoger la localidad y no se necesitará televisor. Con unas gafas de realidad virtual el telespectador se instala en el puesto que haya pagado y podrá seguir sus juegos favoritos en tiempo real, desde cualquier lugar del mundo. Y lo mismo con todos los deportes. El mundo digital se ha integrado en nuestras vidas.
Y en todos los aspectos sucederá algo similar. Se podrán controlar máquinas agrícolas o aparatos quirúrgicos desde miles de kilómetros en milisegundos. Eso, sumado a la nanotecnología, sin mencionar la fusión nuclear, gobernarán el planeta en lo que queda de siglo. Después de eso puede ser cualquier cosa.
Nicholas Negroponte, presidente del Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT), vaticinó hace décadas que íbamos a tener ordenadores en los bolsillos, pantallas táctiles, televisión a la carta y hogares conectados. Y que con ello vendrían cambios sociales, como los ha habido. Hoy Negroponte habla con total normalidad de las enormes posibilidades de la bioingeniería y los humanos genéticamente modificados.
Es posible que nuestros hijos puedan vivir hasta los 150 años, se controlarán mejor las enfermedades, se replicarán las células de animales para producir carne sin martirizarlos, sin contaminar, sin malgastar agua y ampliando la seguridad alimentaria de la humanidad.
En medio de esa revolución, aquí continuamos unos pasos atrás en cuanto a conectividad y acceso. Según un estudio presentado en el último congreso de Andesco por el presidente de América Móvil, Juan Carlos Archila Cabal, Colombia, pese a la cobertura, tiene un bajo nivel de apropiación, es decir, falta de habilidades de aquellos usuarios que a pesar de que cuentan con servicio de banda ancha no saben aprovecharla, por lo que hoy más de 20 millones de colombianos están marginados de los beneficios económicos y de los efectos en su calidad de vida.
Con la llegada de la 5G bastaría (de momento) con que fuéramos buenos ciudadanos digitales.
Fuente: La Republica