Recorre en esta animación el camino de una botella desde que va al cubo de basura hasta que se convierte en un nuevo objeto
La mañana de cualquier persona puede ser una mañana plástica. Levantarse y beber zumo de una botella de plástico, mandar un correo electrónico escribiendo en un teclado plástico, ducharse con el agua que llega a nuestras casas a través de tuberías plásticas, salir de la ducha y no pasar frío gracias al aislante plástico que protege nuestras paredes, ir por la calle en bici y ¡oh!, comprobar que los carriles por los que circulamos están separados por raíles plásticos. Llamar a un amigo para contarle que casi todos los objetos con los que interactuamos en nuestra vida cotidiana son de plástico. Darte cuenta al momento de que tu móvil, o al menos la funda, es también de ese material.
Usamos 20 veces más plástico de lo que lo hacíamos hace 50 años, un producto que juega un papel omnipresente en nuestro día a día. Por ello, por sus múltiples aplicaciones y utilidades, “los plásticos no deben desaprovecharse nunca en el vertedero”, opina Beatriz Meunier, de PlasticsEurope, asociación que agrupa a distintos fabricantes del sector, “ya que son muy eficientes en el uso y ahorro de recursos, y cuando se convierten en residuos siguen teniendo un gran valor”.
Entre ese plástico desaprovechado del que habla Meunier se cuentan las más de ocho millones de toneladas que se vierten al mar al año. Un material desperdiciado que en un futuro próximo podría servir para construir coches de bajísimo consumo con los que recorrer 1500 kilómetros con cuatro litros de gasolina, por ejemplo. O podría convertirse en plástico que crece de los árboles, plástico que se ‘cura’ a sí mismo o plástico sustitutivo de algunos componentes de la sangre humana, fantásticas posibilidades aventuradas en un informe de PlasticsEurope para 2030.
Por el momento, este material derivado del petróleo (aunque solo el 5% del crudo se destina a su fabricación) prolifera en todas las áreas de la vida urbana, tanto recién hecho como reutilizado. “El plástico se puede aprovechar ya sea a través de procesos de reciclado mecánico o de valorización energética”, explica Meunier. Procesos que permiten que este material pase a formar parte del mobiliario urbano, el menaje, el envasado y las edificaciones que vemos. Incluso de la ropa, como demuestra Ecoalf, compañía que a partir de botellas de plástico obtiene fibras hiladas de poliéster para tejer prendas. Un ejemplo más de la universalidad de este material.
Plásticos a medida
Las ciudades son uno de los principales laboratorios de pruebas para industria plástica. Gastón Villella, director de innovación de la empresa de plásticos Zicla, habla de refinar las recetas para adaptarlas a las urbes. Lo explica a través de un elemento cada vez más habitual: los separadores que diferencian la calzada de otros carriles, como el habilitado para bicicletas o el de transporte público. “Para fabricarlos mezclamos diferentes granzas (el plástico reciclado) para ajustar los separadores a las inclemencias del tiempo”, explica Villella. “Así, adaptamos la composición según haga frío o calor para que tengan más o menos resistencia”.
En la compañía de Villella desarrollan también plataformas para las paradas de autobús, “una especie de puzles de cubos que se enganchan unos con otros y que forman superficies que acercan al usuario al vehículo y mejoran los tiempos de transporte”, enumera. En el futuro, cuenta, preparan jardineras de bajo mantenimiento fabricadas a partir del reciclaje de elementos urbanos viejos. Lo gastado puesto de nuevo en circulación.
Con todo, la ductilidad y polivalencia del plástico no es eterna. “Es importante saber que el plástico, cuando se recicla, pierde propiedades mecánicas. Esto no significa que pierda calidad, pero o bien se utilizará para fabricar productos que no requieran las características que tenía el inicial o bien se mezclará con material virgen para producir el mismo objeto inicial”, retoma Meunier. Los plásticos, como los metales, son una gran familia con multitud de variedades y usos. No se pueden, eso sí, reciclar juntos. De una botella de PET saldrá otra botella de PET, y así sucesivamente.
Para 2025 se prevé que se arrojen al mar unas 150 millones de toneladas de este material único. Cifras gigantes al lado de una relación mucho más pequeña pero que demuestra cuál debería ser el lugar del plástico usado: con solo 25 botellas de agua recicladas se puede vestir a alguien que tenga frío con un forro polar.