Por: Roberto Morales Estrella
En México en 1924 siendo presidente Álvaro Obregón se instituyó el 30 de abril
como día del niño, más adelante 1959 la Asamblea General de la ONU,
estableció el 20 de noviembre como el día del niño, especificando que cada país
definiera el día.
Posteriormente el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), en
colaboración con la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI),
la Oficina Surcoreana de Propiedad Intelectual (KIPO) y la Asociación
Surcoreana de Promoción de las Invenciones (KIPA); crearon el “Programa
Ser Creativo con Pororo” para impulsar la cultura de la Propiedad Industrial,
la innovación y el conocimiento.
Ser Creativo con Pororo, es un programa para familiarizar a la niñez mexicana
con los beneficios del sistema de Propiedad Industrial, impulsando su
creatividad y perfil innovador. Esto es muy bueno, pero lo malo es que pocos
niños saben de la existencia del Pororo, lo que evidencia la falta de cultura sobre
la Propiedad Industrial, tanto en los sectores productivos, académicos como en
la sociedad en general. Los niños conocen a los superhéroes, pero no a Pororo.
Los niños aprenden más de la cultura trasnacional, donde la violencia es el
denominador común, en 1975 Armand Mattelart, escribió “La Cultura como
Empresa trasnacional” analiza a las empresas tecnológicas de ese entonces
detectando una nítida integración vertical y horizontal, con el propósito de
lograr el dominio cultural, a través de la información, imponiendo realidades
distintas a las diversas naciones del planeta, así como patrones de consumo y la
violencia como lenguaje universal.
Los efectos en los niños es la represión de toda espontaneidad y creatividad, que
es característica de esa etapa de la vida humana, dado que aísla a la niñez de su
realidad social a la que pertenece, distorsionando su visión de futuro, ante el
angustioso mundo del núcleo familiar empobrecido y marginado, despojando a
los niños de un futuro por construir, sumidos en la violencia de que son objeto.
En la base de datos de la Interpol se observa a más de 25 mil infantes, de los
cuales el 60% son niñas, víctimas de abuso y explotación sexual, pero la lista
de los actos violentos contra niños y niñas sigue creciendo; Según la UNICEF
cerca de 300 millones de niños de 2 a 4 años en todo el mundo, son
habitualmente víctimas de algún tipo de disciplina violenta por parte de padres
o cuidadores.
El insulto, la humillación, el trato discriminatorio, la ofensa y el castigo físico
como psicológico, es violencia, que deja huellas profundas en el niño o niña;
cuando tienen derecho al amor, a la protección, a la orientación, a la educación
a la salud, pero sobre todo a jugar y aprender creando, si en alguna etapa el ser
humano es creativo, es en la niñez; fomentársela, es impulsar la formación de
hombres y mujeres creativas, en la medida en que se les respete, se les establece
las bases de su ética, que se sustenta en el amor así mismo y hacia los demás.
El respeto es la cohesión de toda estructura social.
Me sumo a lo que expresa Andrea Barcena: “niños y niñas desobedientes son
una de las alegrías del mundo, saben mucho de la luz, y muy poco del miedo,
no les temen a los ceros ni a las orejas de burro, pues con eso y con cualquier
cosa pueden inventar un juego”
“¿Que es el futuro? Todo lo que no ha sucedido, el futuro es mañana, y el año
que viene, pero también un minuto o dos, el truco del futuro es que está vacío,
el futuro es un espacio que espera ser llenado con tus actitudes…” escribió
Magguie Smith.
Una niñez llena de amor así misma, a la creatividad y a los demás, que aprende
e investiga jugando, llenará el futuro con justicia y equidad. Pero una niñez
despojada de su futuro, porque fue violentada y su inocencia quebrada, ¿Qué
sociedad podrá crear? Los niños y niñas son la esperanza de sobrevivencia y
trascendencia de la especie humana, ¿Por qué no respetarlos, porque no
protegerlos, porque no amarlos? Si ellos son el futuro.
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